martes, junio 28, 2011

Apuntes extraviados

Desde el miércoles pasado he estado trabajando en escombrar y sacar de mi cuarto lo que ya no me sirve. Empecé con los apuntes de la universidad, y encontré los que fueron mis últimos cuadernos. En uno de ellos había dos escritos, supongo que vieron la luz en octubre del año pasado; y para que no se vuelvan a extraviar, los capturo aquí.

El primero me dice que tuve un día de crisis: muchas preguntas que dan miedo.
Y el segundo -supongo que lo escribí tres semanas después- tiene un tono menos alarmante y más esperanzador.



¿Es normal este sentir?
Como si no perteneciera a este lugar. Miro, escucho, siento y veo, como su fuera ajena a lo que ocurre.
¿Acaso perdí esa identidad? ¿Alguna vez la tuve?
¿Me desprendrí de ella? ¿Me la quitaron?

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Siento un desespero al observar lo que me rodea.
Tantos que tal vez nunca han escuchado las buenas nuevas,
¿qué puede dar una pequeña célula?
Estoy por egresar, y me siento desconectada
de las nuevas generaciones.

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¿En qué momento dejé de sentirme trabajadora social?
¿En qué momento renuncié al acostumbrado orgullo gremial?
¿Por qué, en el fondo, no termino de sentirme parte?
¿Cuál es la razón por la que el discurso no me convence?
¿Me equivoqué de carrera?

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Haz las cosas como para Dios, no para los hombres.



Extranjera peregrina.


Estar en la central de autobuses observando a las personas con sus maletas, me recuerda que sólo estoy de paso.

Mi patria no está aquí, en ningún lugar de este mundo.
Mi ciudadanía la he obtenido -por gracia- para ejercerla en el nombre de mi Señor.

Mis pasos están dirigidos hacia esa nación.
Y sólo llevo una vieja mochila,
donde guardo mi mapa y brújula: Su Palabra.
mi par de sandalias para caminar antiguas sendas,
y abrir algunas pocas;
y la esperanza viva como luz y guía.

Soy extranjera peregrina.
Viajando y vagando por el mundo,
en dirección a mi hogar.

domingo, junio 26, 2011

La naranjita, mi libreta nueva

¡Libreta nueva!

Estoy feliz: tengo una libreta nueva. La otra, la color azul -con niños "yucas" en la portada- que me regalaron en mi cumple, ya está despidiéndose. Sólo le quedan 5 hojas útiles, pero dan la impresión de no ser suficientes para todo lo que me falta por escribir. Fue una fiel compañera, le tocó captar preguntas, quejas, desilusiones, dolores y lamentos; gratitudes, gozos, suspiros. Registró al momento reflexiones de un nacional, y fue testigo de los primeros pasos leyendo Proverbios. Ahora, le corresponderá un lugar especial en mi librero, junto a mi primer diario, el amarillo.

A la vez que me despido de la azul, recibo una nueva: la naranjita. Rescatada de mi descuidado olvido, fue la respuesta a la interrogante ¿dónde seguiré escribiendo con Dios?. La compré el año pasado, en un evento sobre cooperativismo; lo hice sólo por satisfacer un impulso deseoso de colaborar con la "economía solidaria". Pocos días después, empecé a darle un pobre uso, para descubrir que no satisfacía por completo mis expectativas: sus pastas eran demasiado blandas y frágiles. La boté por ahí.

Pero al reencontrarla y mirarla de nuevo, revaloré sus hojas blancas de papel áspero. ¿Las pastas? Algo se podría hacer para mejorarlas; y empecé el "cambio de imagen": le pegué cartulina para reforzar, quité las hojas usadas, pegué una hoja de color al inicio y al final, la forré con papel reciclado color naranja, pegué unos detallitos y le puse mi nombre; para finalizar, la cubrí con hule cristal. ¡Adquirió nueva vida!

Y estoy emocionada no sólo por su nuevo aspecto, ¡sino porque está en blanco! No sé por qué, pero ante una libreta nuevecita y sin usar me entusiasmo mucho: las hojas bien planchaditas y limpias invitan a tomar la pluma para escribir todo lo que tengo en la cabeza, lo que veo, lo que escucho, lo que siento, lo que huelo... ¡todo lo que se pueda! Y peor aún si no tienen algún tipo de rayado o cuadriculado, porque dan ganas de hacer dibujitos o adornar con algún margen.

En fin, creo que tengo un problema: ya no puedo parar de escribir y no puedo vivir sin una libreta que cumpla la función de diario. Pero ¿es un problema? Naaahh! Es una necesidad tremenda de registrar mi inconstancia, mis miedos y mi dependencia a Dios, para recordar su fidelidad, su respaldo y su cuidado.

Ya veremos que nuevas aventuras le tocarán a la naranjita.

martes, junio 21, 2011

¡Oh, miserable de mí!

Así que queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí... ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.
Romanos 7:21,24,25.
 
Hace diez días que leí el capítulo 7 de la carta a los Romanos, y sigue haciendo eco esa expresión de Pablo: ¡Miserable de mí!

Y resuenan más en los momentos de conflicto, en los que se pone de manifiesto mi orgullo, mi egoísmo: mi pecado. ¡Miserable de mí! Recuerdo mi necesidad de Cristo, de la Cruz, de su perdón y amor. Recuerdo que lo necesito en todas las áreas de mi vida.

¡Oh, miserable de mí! Sino fuera por Él, mi vida sería muerte. Más por Él, mi muerte es vida.

Ese clamor de Pablo, también es el mío. Así como la gratitud por Jesucristo, por quién tengo justificación y entrada al Padre.

Que no olvide lo miserable que soy, es mi oración, para reconocer mi necesidad de Jesús.

viernes, junio 17, 2011

Aprendiendo a aprender -o sobre el dolor y la necedad que me provoca el inglés.

Esta semana asistí a un curso de estrategias de vocabulario aplicado a la comprensión de lectura en inglés. La razón por la cual me inscribí a éste fue el examen de comprensión de lectura que tengo que acreditar para avanzar en mi proceso de titulación. Ciertamente, lo hice más por obligación que por gusto, porque desde hace muchos años tenía una barrera-bloqueo mental que me causaba un tipo de resistencia al idioma gringo.

Recuerdo que hace un par de años (como a mitad de la carrera), tomé un curso de gramática. Claro, el resultado fue por demás infructuoso, porque ante tantos ejercicios gramaticales y tareas que implicaban memorizar verbos ("to be or not to be") mi bloqueo no cedió, y me quedé igual que al principio: sin presentar el examen.

Pero esta vez quería hacer las cosas diferentes; si escribí mi nombre en la lista de inscripción, ya era por la necesidad inminente de sacar el papelito que dijera "sabe leer in inglish". En fin, el glorioso día de inicio llegó y yo estaba bien tempranito en mi salón (que, por cierto, fue mi salón en el último semestre de la licenciatura).

Ese mismo primer día la profesora hizo un comentario que me cambió la vida (ok, exagero, pero sí contribuyó a cambiar mi forma de ver las cosas): "En mi experiencia, he observado que muchos tienen la idea de que el inglés es muy difícil; les diré algo: ustedes hablan español, el cual es el idioma más rico pero también el más difícil. Piensen esto: mi lengua materna es el español, el cual domino; por lo tanto, aprender el inglés no representa un problema". ¡Nombre! Además de inflarme pensando en lo bello que es mi idioma, esa barrera mental empezó a ceder y decidí tomar una actitud más abierta a aprender.

De ahí pa'l real (diría mamá), todo fue más sencillo. Empecé a identificar más palabras que sí conozco, algunos verbos, frases; lo que me dio más confianza, porque no estoy en blanco. Pero no sólo aprendí de mi propio proceso, también de mis compañeras. Ellas, al igual que yo, tienen cierta resistencia al inglés; observé cómo al leer las primeras palabras de una línea y no conocerlas decían "no puedo, no entiendo". Una de ellas simplemente por no entender las instrucciones de la profesora dio carpetazo y desertó al tercer día, cuando lo importante no era nuestra curiosa instructora sino aprender estrategias y técnicas para comprender una lectura.

Sinceramente, me vi reflejada en mis colegas y comprendí que para aprender inglés hay que tener una actitud abierta, flexible, disposición a cambiar esquemas y estructuras viejas, así como a esforzarte. Si quieres aprender, tienes que estar dispuesto a hacerlo, porque no será por ósmosis. Y eso pasa en cualquier área de la vida: si quieres dominar un instrumento musical, tienes que hacer una y otra vez ejercicios que pueden parecer engorrosos y aburridos; implica esfuerzo, y eso a veces nos causa dolor y frustración; también necesitas disposición a cambiar tus ideas sobre cómo deben hacerse las cosas.

Esto también sucede con Dios y su palabra. Cuando le decimos que sí a Jesús, no sólo estamos siendo parte de la gracia y la salvación; estamos diciendo "sí, quiero aprender a seguirte". ¡Vaya cosa! Significa que día con día estarás abierto a esforzarte, ser flexible, cambiar tus esquemas, desarrollar ciertos hábitos y conductas que indiquen que le perteneces. Así, cada vez que hacemos un devocional, que nos acercamos a la Palabra, nuestra postura y actitud es de -o debería ser de- "¿qué quieres enseñarme hoy?", ser humildes y estar dispuestos a recibir lo que el Señor quiera decirnos. Y eso, a veces nos produce dolor.

Imagínate, llegas un día a abrir tu Biblia y lees las palabras de Jesús que dicen que al orar debes de perdonar a quien te ofendió... ¡y hace dos horas una persona te agredió de tal forma que tú ya no quieres verla ni en pintura! A ver, ¿qué haces? Piensas: "¡oh sí, Señor! Tienes razón", cierras el libro y te vas; o sintiendo algo incómodo en la panza, le das vuelta al asunto y al final dices: "Está bien! Esa persona me lastimó, y me cuesta trabajo perdonarla; ayúdame a comprender tu perdón en mí para que pueda perdonar a mis deudores". Son dos cosas diferentes; nuestra respuesta dirá mucho de nuestra verdadera fe.

El aprendizaje duele. El verdadero aprendizaje es doloroso, porque implica hacer a un lado toda nuestra configuración de ideas, valores y sueños. Pero vale la pena, porque nos ayuda a crecer, y en el caso concreto de la fe, nos lleva a conocer mejor a Dios, fortalecer nuestra relación con Él y llevar una vida de obediencia.

Esta lección me ha ayudado a evaluar mi acercamiento a Dios; agradezco mucho que Él ponga este tipo de experiencias en la vida, con ejemplos muy prácticos. Él es el mejor maestro.

jueves, junio 16, 2011

Recibir a Cristo

Algo pasó esta mañana, que varias piezas embonaron. Agradezco al Señor, porque Él actúa soberanamente, yo sólo debo tener fe.
Comparto lo que reflexioné y escribí en mi diario:


En realidad, la vida cristiana es recibir a Cristo; es un proceso constante. Nuestra conversión no es un suceso místico-misterioso automatizado, sino un proceso. Respondemos a la iniciativa de Dios, decimos "sí, te sigo" y comenzamos un caminar de fe, es decir, de respuesta obedeciéndole siempre a Él. Es la desición de dar la espalda -arrepentirnos- de nuestro pecado toda nuestra vida en la tierra.
Eso es recibir a Cristo, eso es convertirnos a Él, eso es arrepentimiento, eso es fe.

lunes, junio 13, 2011

Hoy terminé...

...de leer Los textos que cambiaron la historia. Y en la conclusión el autor incluye el siguiente párrafo, el cual llamó mi atención, porque "curiosamente" las contrapartes que presenta tienen que ver con algún texto de la Biblia o del protestantismo. Se los comparto:
Si el Manifiesto comunista, El origen de las especies, el Evangelio de Mateo, la Baghavad Gita, la Enciclopedia o las Lun-Yu dejaron y, en no pocos casos, siguen dejando marcada una poderosa impronta es porque pretenden desvelar el misterio humano, aunque las conclusiones a las que lleguen sean incompatibles e incluso opuestas. Así, frente al optimismo antropológico (y no exento de racismo) de la burguesía enciclopedista hallamos la visión realista del calvinismo, que observa con agudeza las terribles deficiencias de la condición humana; frente al azar de la evolución darwinista se contrapone la antropología de la Torah, interesada en subrayar que cada hombre y cada mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios; frente a la descripción marxista de la historia de la Humanidad como historia de la lucha de clases se despliega el sublime fresco del Apocalipsis, que percibe detrás de los avatares políticos y sociales la lucha entre Satanás y el Mesías; frente a la sucesión de reencarnaciones hindú o el culto a los antepasados confucionista se yergue la predicación de Dios encarnado para morir como expiación por los pecados del hombre y asegurarle vida eterna.
P.D. También les dejo la ficha: Vidal, César. Los textos que cambiaron la historia. Barcelona, Planeta, 2000.

viernes, junio 10, 2011

Gorrión


 Si me tomas en tus manos,
soy como pajarillo que aprende a volar.
Haces extender mis alas,
soplas la corriente que me guía.


domingo, junio 05, 2011

Libre de hacer el ridículo

Sí, soy libre de hacer el ridículo. Lo entendí durante la lunada con mis intermedios (digo "mis" como si en verdad fueran míos; en realidad, me los han encargado).

Para empezar la noche teníamos que hacer alguna actividad para integrarlos, o más bien, romper el hielo. Y entonces me acordé de ese juego de la masa de pizza que hicimos en el ENFOL: uno en el que hacemos que una masita de pizza imaginaria crezca, bailando y cantando: oooohhhh!... aleleee... alele titatonga... amasa amasa amasa... oa oea oea oa, uhhh!

Ya se imaginarán: yo, Ada, la que siempre dicen que guarda la compostura y la seriedad del momento, dirigiendo el juego... bailando a ritmo africano (o algo parecido), ¡en una lunada de adolescentes! Confieso que los primeros minutos estaba nerviosa: hacer eso significaba hacer el ridículo, que dejaran de verme "seria" (regularmente la gente piensa eso de mí); me atraveré a decir que mi reputación y el respeto que me deben estaban en juego.

Pero pasaron los primeros minutos... ¡y todos muy felices haciendo masa para pizza! Estábamos "haciendo el ridículo" juntos, cantando esas palabras sin sentido y bailando. Les gustó mucho, tanto que repetimos el juego tres veces, para desgracia de mi pobre garganta. Era interesante escuchar que algunos les compartían a los que llegaban tarde: "¿te acuerdas de tal juego? Pues tienes que conocer la versión de Ada, la baila con un estilo muy africano". Comprendí que algo pasó.

No sé qué tanto su percepción sobre mi persona ha cambiado, pero aprendí que puedo ser "yo". Siempre dije que me gusta estar con ellos porque me recuerdan a mi adolescencia... Tal vez tenga que vivir por segunda vez esa etapa, pero no sólo mirando desde la ventana.

¡Soy libre de hacer el ridículo porque Alguien me liberó! No tengo que ocultarles nada, al contrario, debo darme la oportunidad de que me conozcan... eso implica bajar la guardia, ser vulnerable, aunque eso signifique hacer el ridículo.

Investigaré más juegos, porque descubrí que así puedo conocerlos mejor. Por ejemplo, me acordé de ese jueguito del "asesino" y encontré cosas interesantes. Jugando es como puedo conocerles, acercarme, enseñarles.

No cierro esta entrada sin antes decir que hice el ridículo, y porque lo hice primero ellos aceptaron imitarme después y hacer el ridículo conmigo. Entonces, si quiero que sean sinceros conmigo, yo debo serlo; si quiero que confíen en mí, yo debo confiar en ellos.

Quizá no lo saben, pero esa lunada para mí fue más que una desvelada. Gracias a Dios por ello.

miércoles, junio 01, 2011

Pasos de fe

Tengo ganas de llorar. Derramar lágrimas, conmovida por lo que haces Tú. Llorar de gozo, de alegría, en gratitud.

¿En qué momento mi vida cambió de rumbo? ¿En qué momento me incluiste en tu plan? La verdad, no logro entenderlo. Me llamaste, me llevaste a ti. Y ahora, observo a mi alrededor, trato comprender en qué punto de la historia estoy parada, ¿qué me toca hacer en este tiempo?

Me has hecho firmar un compromiso de corazón: servirte. ¡Y me has hecho fijar tiempos! Dos años, hasta el 2013. ¿Después? Quién sabe, no lo sé, sólo Tú.

¿Desde cuándo definí fijar fechas? ¿Desde cuándo empecé a hacer planes de seguir tu plan? La verdad, no logro entenderlo.

Pero, ¿sabes? Me siento segura; no sé exactamente en qué me he metido, pero estoy segura, porque estás Tú. ¡Estás Tú!

No puedo explicarlo, no puedo definir esto que estoy sintiendo y pensando; me has sorprendido con tantas respuestas animadoras, como si me dijeras "¡vamos, no tengas duda alguna, ese es el camino!". La comunidad, mi comunidad, mi familia... ellos también están aquí.

Todo esto es como un volver a respirar, un gran suspiro para tomar aire... y seguir. Tomar nuevas fuerzas, dar nuevos pasos; caminar por el sendero que vas trazando, seguirte a través de él...

Seguirte...