Hace más de un mes que no escribo nada "mío". Y no es que tenga poco qué decir, más bien hay mucho qué decir. Mucho.
No ha sido una decisión intencionada no escribir. Más bien, ha sido parte del proceso mismo, del ritmo de la vida que me toca ahora. No, no es que esté "demasiado ocupada". No quiero decir eso. Me refiero a la etapa que ahora transito.
Ya salí de la Uni. Pero ahora debo abrir la puerta, entrar y empezar a andar por ese camino. Ya he tenido algunas "probadas", tal vez para hacerme a la idea de cómo es ese asunto de "ser adulta". Pero ya vislumbró la toma de decisiones de peso mayor, como cambiar de residencia, o empezar el tiempo completo, o proponerme tener una pareja. Ya no son sólo sueños, ya son pros y contras, amenazas y oportunidades, sacrificios y satisfacciones.
Las transiciones también duelen, nos generan miedo e incertidumbre, porque abandonamos lo conocido para ir a lo desconocido. ¿Cómo será? ¿Podré hacerlo? ¿Y si nada sale bien? Pero recuerdo que hace un tiempo leí a Jorge Atiencia, en "Cómo pastorear y ser pastoreados", y explicaba que en medio de lo que constantemente cambia Él permanece; en medio de esas transiciones, a lo único que podemos aferrarnos y que nos puede dar verdadera seguridad es Jesús, ¡porque Él permanece y no cambia! Por eso, podemos confiar y descansar aún en medio de los cambios.
Es interesante observar que en todo esto, me sigo conociendo a mí misma. Lo que me gusta y lo que no, lo que quiero y lo que rechazo, lo que busco y lo que encuentro. Ha sido increíble y fascinante mirarme a través de la Biblia: identificar quién soy en Él y a dónde voy, qué anhelos persigo (o debo perseguir), qué sentido/propósito tienen mis pequeños pasos dentro de Su Gran Plan.
Sigo aprendiendo a caminar de Su Mano, ¡más en estas circunstancias! Sigo aprendiendo a confiar y a reconocer Su Gracia. Y sospecho que el resto de la vida así sera... Nada es seguro, sólo que Él permanece y que yo puedo confiar plenamente en Él.