jueves, mayo 03, 2012

Una prueba personal de qué es lo primordial en nuestros corazones

Debemos probarnos a nosotros mismos con algunas preguntas. Está bien buscar la semejanza con Cristo. Pero la pregunta es: ¿Por qué? ¿Cuál es la raíz de nuestra motivación? Considere algunos atributos de Cristo que pudiéramos buscar y hágase estas preguntas:
  • ¿Quiero ser fuerte como Cristo, para ser admirado como fuerte o para derrotar toda adversidad que intente seducirme a conformarme con algún placer menor que admirar a la persona más fuerte en el universo, Cristo?
  • ¿Quiero ser sabio como Cristo, para ser admirado como sabio e inteligente o para poder discernir y admirar a aquel que es verdaderamente el más sabio?
  • ¿Quiero ser santo como Cristo, para ser admirado como santo o para poder liberarme de toda inhibición impía que me impida contemplar y deleitarme en la santidad de Cristo?
  • ¿Quiero ser amante como Cristo, para ser admirado como una persona amante o para que pueda gozarme extendiendo a otras personas, incluso en medio del sufrimiento, el amor de Cristo que nos satisface plenamente?
La cuestión no es si tendremos toda la gloriosa semejanza con Cristo. La tendremos. La cuestión es esta: ¿Con qué propósito? Todas las cosas en Romanos 8:29-30, todo el trabajo de Dios al escogernos, al predestinarnos, al llamarnos, al justificarnos, al llevarlos hasta la gloria final, fueron diseñadas por Dios, no para mostrarnos su especial consideración como cosa primordial, sino para liberarnos y prepararnos para gozarnos en la contemplación y el amor de Cristo por siempre.

Retomado de: Piper, John (2007). Dios es el Evangelio. Ed. Portavoz. pp. 148 y 149.


A las preguntas que sugiere Piper aquí, yo agregaría: ¿Queremos ser como Cristo, para ser admirados y/o reconocidos por Dios, o para deleitarnos plenamente en Cristo? Porque incluso una motivación así, que puede parecer muy "santa y pura" resulta ser egocéntrica. Nuestra mayor motivación (¡y la única!) debe ser Cristo mismo, porque "contemplar y deleitarnos y mostrar la supremacía de Cristo es el propósito primordial" del evangelio.

Padre y Señor, ayúdanos a mirarte como el mayor don del evangelio. Ayúdanos a desprendernos de nuestro ego para darte lugar a ti. Que seas el centro, siempre, de nuestra vida, nuestra alabanza y nuestras motivaciones. Amén.

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