Estoy segura de que Dios me conoce lo suficiente como para saber que sueño e imagino demasiado; sabe que ambas cosas son cotidianas para mí. A veces me debrayo, y Él tiene que dar un par de palmadas para que caiga en la cuenta de que lo estoy haciendo de nuevo.
Me deja soñar, pero procura que no empiece a levitar en mis nubes esponjosas pero frágiles. En ocasiones, estoy en medio de mi propia novela de amor, y Él se encarga de poner la pausa y apagar la pantalla; y antes de que yo me ponga triste y haga berrinche ya tiene preparada una frazada y una explicación clara de por qué todavía no.
O me hundo en mis cuestionamientos sobre la realidad, me enojo, me indigno por lo que pasa a mi alrededor. Y Él me centra, me enfoca en aquella Cruz: "lo hice, ¿recuerdas?", y no me queda más que aferrarme con fuerza y seguir creyendo, confiando.
No sé cómo lo hace, pero agradezco que mi vida dependa de Él, y no de mis sueños y mis inquietudes.
Coyoacán, marzo 22 de 2010.
Me deja soñar, pero procura que no empiece a levitar en mis nubes esponjosas pero frágiles. En ocasiones, estoy en medio de mi propia novela de amor, y Él se encarga de poner la pausa y apagar la pantalla; y antes de que yo me ponga triste y haga berrinche ya tiene preparada una frazada y una explicación clara de por qué todavía no.
O me hundo en mis cuestionamientos sobre la realidad, me enojo, me indigno por lo que pasa a mi alrededor. Y Él me centra, me enfoca en aquella Cruz: "lo hice, ¿recuerdas?", y no me queda más que aferrarme con fuerza y seguir creyendo, confiando.
No sé cómo lo hace, pero agradezco que mi vida dependa de Él, y no de mis sueños y mis inquietudes.
Coyoacán, marzo 22 de 2010.
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