domingo, enero 20, 2013

Relación, religión y lo que ya entendí

Estos últimos días he estado reflexionando mucho sobre algunas cuestiones de mi fe y mi religiosidad. Es un tema escabroso y más si se toma en cuenta que nos hemos vuelto expertos en decir "Dios no es religión sino relación", pero en la práctica nos alejamos un poco (o un mucho) de esta afirmación.

"Quiero seguirte", esas fueron las palabras que mi corazón formuló cuando Jesús se me presentó de frente y sin tapujos. Él mismo supo por dónde llegarme y cómo hacer que volteara la vista a la Cruz para arrodillarme y encontrar Luz. Y estas semanas he vuelto a esas palabras, pero siendo aún más consciente de las implicaciones y los dolores que vienen por semejante decisión. ¿Qué implica seguirle? ¿Qué significa esto?

Implica mirarlo siempre a Él. No se puede decir que sigues a alguien o algo si estás fijando los ojos para otro lado, porque de seguro que terminarás desviado o chocado. ¡Hay que tener clara la meta! Hacia allá diriges tus pasos, tus esfuerzos y tus energías; es posible que tengas fluctuaciones, ¡pero nunca dejas de mirar hacia allá! Entonces yo ¿cómo fijo mi mirada en Jesús?

A fuerzas tengo que conocerlo e identificar su voz para no confundirla con otro ruido o imitador barato; tengo que conocer cómo actúa, cuáles son sus actitudes, sus motivaciones y sus movimientos; usando la jerga de una amiga: tengo que dominarme quién es Jesús. ¿Y cómo le hago? Igual que cuando me interesa un chico: identifico las mejores fuentes de información y acudo a ellas para conocer todos los detalles posibles que me ayuden a conocer al candidato en cuestión. Además, intento en la medida de mis posibilidades pasar tiempo con él para observarlo "infraganti". ¿Acaso no se pude hacer esto con Jesús? ¡Yo estoy segurísima que sí! Tengo la Biblia, como una excelente fuente que me dice quién es Él, y también tengo de mi lado al Consolador que no escatima en ayudarme a comprender la personalidad de Jesús y sus movimientos; por si esto fuera poco, alrededor hay un montón de gente que tienen más tiempo de conocerle y que también me brinda pistas valiosas de sus pasos y su forma de actuar. ¡Ah! Y no olvidemos que Jesús anda por todas partes, así que puedo ser testigo de lo que hace en cada momento y lugar -claro, hace falta desarrollar un buen ojo de lince, o tener un poco de sensibilidad.

Yo sé que no he descubierto el hilo negro: todo lo anterior seguro lo hemos escuchado en otros momentos y de diferentes personas. Sin embargo, es interesante encontrar que decimos que esto es lo que se debe hacer... más otras cosillas que le agregamos. ¿A qué me refiero? A que parece que no siempre es "suficiente" tener una relación con Jesús para seguirle, porque hay que hacer más. ¿Cómo qué? Tal vez servir en un ministerio, o quizá salir a evangelizar, o posiblemente estudiar mucho mucho la Biblia. No se me esponjen, voy por partes.

No estoy en contra de estas actividades. Considero que son importantes y que es bueno impulsar y animar a las personas para que las realicen, pero esto puede convertirse en religiosidad. ¿Qué hace que un cristiano sea cristiano? Pienso que seguir a Jesús, y no repartir muchos folletos, o saberse la Biblia de pe a pa, o estar metido en un ministerio. Estas cosas son consecuencia, pero no lo que nos hace cristianos. Incluso, tenemos el atrevimiento de categorizar (interiormente quizá) y señalar a tal hermano como "mejor" porque anda muy activo y al otro menospreciarlo porque "no hace nada". Aguas, ese tipo de juicios son peligrosísimos.

Por ejemplo, yo trabajo como misionera estudiantil. ¿Eso me hace "más" cristiana que la hermana que se sienta en la banca de enfrente? ¿Y qué pasa si decido salir del ministerio estudiantil y entrar a la vida profesional? ¿Baja mi categoría o mi nivel de espiritualidad? No es lo que yo hago en sí lo que me define como cristiana, más bien en qué lugar pongo a Jesús en mi corazón y cómo lo considero en mis decisiones. Obviamente, esto se ve reflejado en las acciones, pero esto como consecuencia no como punto de partida.

Por eso arriba mencioné las cosas extras. Así como los fariseos, nos ponemos cargas que no logramos llevar y perdemos de vista a Jesús. Yo misma he sido farisea y de las duras: que si habla de tal forma, que si hizo esto otro, que si ya salió con un proyecto "raro", que si se vistió así, que si no actuó de esta manera... bla, bla, bla... ¡Pero a mí no me toca juzgar! Si he dicho que sigo a Jesús, sólo me toca a amar, ni más ni menos; porque cabe señalar: Dios no me va a amar más ni menos, ya me ama y punto.

Si "Dios es relación y no religión" entonces deberíamos quitarnos las cargas estériles que nos impiden mirarle y seguirle. Eso de andar examinando a los demás para sacar el dedo acusador desgasta, cansa y es inútil; sacar la regla para medirnos y ponernos la estrellita del mejor cristiano del mundo (ja!) también agota; contar el número de folletos o el número de capítulos leídos de la Biblia en la semana, o sacar la calculadora para sumar la cantidad de dinero que damos es absurdo teniendo la gracia de Jesús enfrente. Si lo que hacemos tiene como móvil y objetivo pensar que somos rete-buenos, mejor ni hacerlo que será peor.

Insisto, no he hecho un super descubrimiento. No obstante, sospecho que algo ya "hizo click" en mí y ya lo entendí mejor ¡y es tan liberador! Porque al estar criticando a los demás me someto a un yugo terrible, porque entonces yo tengo que ser buenísima en aquello de lo que el otro adolece. Nada de eso, puedo ser libre para amar y ser amada.

De nuevo, puedo ser yo tal cual soy, y seguirle.

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