Un poco como Jeremías. Sí, así me siento. Luchando casi contigo y conmigo. Levantando mis quejas, mis dolores, mi frustración. Casi haciendo una pataleta y con muchas lágrimas en los ojos. Sí, un poco como Jeremías.
Y así como a él, haces que tu Palabra se haga presente. De manera simple y cotidiana, pero tan determinante que yo sólo puedo quedarme quieta y suspirar profundamente. Te haces oír claramente, señalando la disciplina que necesito recibir. No es regaño, es llamada de atención.
Y sigo suspirando, agarrándome la barriga que duele. Pero ya no intento patalear; sólo quiero acurrucarme en tu regazo, buscando que tu misericordia me cubra. Sólo quiero mirarte y olvidarme de mí misma. Sólo te quiero a ti.
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