jueves, enero 07, 2010

La respuesta al perdón

Hace un par de días, me topé con un pasaje de Lucas: cuando una mujer pecadora llora en sus pies. Es una escena conmovedora, que nos enseña algo importante sobre el perdón.

Muchas veces, desde que empecé a seguir a Cristo, he escuchado que Dios nos perdona todos nuestros pecados, porque nos ama; la Gracia encuentra su máxima expresión en ese perdón "borrón y cuenta nueva" que nos hace libres de cualquier atadura que nos impida vivir para Él. Pero también he observado que somos de memoria corta, y olvidamos esta verdad.

Leí Lucas 7:36-50, y con ayuda de S.G. de Graaf (autor del libro que estoy llevando para estudiar este evangelio) reflexioné sobre algunos asuntos que no había considerado antes.

De entrada, tenemos tres personajes: Simón el fariseo, la mujer pecadora y Jesús.

Simón el fariseo.
Este hombre invitó a Jesús a comer a su casa, y fue muy insistente; quería que el Maestro fuera a su casa. Por lo que Jesús dice en los vv. 44-46, podemos pensar que el interés de Simón no era darle bienvenidas o escucharlo; más bien, quería observarlo de cerca, algo así como examinarlo. Incluso, pensó que Jesús no era profeta, si lo fuera, no permitiría que esa mujer se acercara a él. ¡Qué mal! Pensé que este fariseo estaba buscando el Camino, pero me llevé una desilusión.

La mujer pecadora.
No sabemos que hizo, sólo sabemos que era pecadora... y tenía fama de serlo. Lo increíble es su determinación para encontrar a Jesús. Pienso que ella estaba bien consciente de su pecado, pero no le importó; entonces, ella sabía algo que le daba confianza para acercarse. Tal vez alguien le contó lo que Jesús predicaba, o lo escuchó de manera directa; sea como sea, ella escuchó la palabra de Gracia; ¡y creyó!

¿Recuerdan lo que pasó con ustedes cuando comprendieron que Dios los había perdonado? ¿Recuerdan ese momento en que ustedes creyeron que todo era cierto y lo que implicaba? Bueno, seguramente algo así pasó con la mujer.

¿Qué sucedió después? La mujer buscó a Jesús para hacer esto que ya conocemos: llorar a sus pies, secarlos con sus cabellos y ungirlo con perfume. ¡Vaya respuesta!
"Su amor [de la mujer] es más bien la prueba de que se le había perdonado mucho. Primero vinieron el amor y perdón de Dios, a lo que ella reaccionó con amor y fe"[1].
Entonces, la mujer conocía del amor y perdón que había recibido de Dios, tuvo fe sencilla (pues lo creyó como Verdad, sin rodeos), y amó en forma agradecida. La respuesta al Amor y Perdón de Dios, son la fe sencilla y el amor agradecido.

Otra cosilla que observé es que la manera en que la mujer adora agradecida es también sencilla: sus propias lágrimas, sus propios cabellos y un perfume. No tenía más, pero lo que tenía lo ofreció en agradecimiento y adoración. Y eso le agradó a Jesús.

¿Cómo debemos adorar entonces?
¿Cómo debemos responder al Amor de Dios en nuestra vida cotidiana?

A veces cuesta trabajo creer que lo que es sencillo pero sincero pueda agradar al Dios Creador y Todopoderoso. Buscamos hacer grandes cosas que se noten, con tal de mostrar nuestro agradecimiento. No digo que esté mal, pero eso puede desviarnos un poco.

Tal vez deberíamos intentar demostrar ese agradecimiento con acciones y palabras sencillas en nuestra vida cotidiana; tal vez dando palabras de consuelo a alguien, orando por un compañero que tiene problemas, compartiendo a alguien las Buenas Nuevas de Jesús... Esas acciones también puede ser de adoración agradecida.

Después de todo, hemos sido perdonados con todo lo que somos y tenemos; respondamos con todo lo que somos y tenemos.

[1] S.G. de Graaf. El pueblo de la promesa. Tomo III "El ministerio y la muerte de Cristo". 1988.

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