jueves, diciembre 02, 2010

Sueños e incertidumbres

Me encuentro sentada enfrente de la computadora, intentando preparar la introducción de la presentación de resultados de la práctica. Me toca hablar del balance social cooperativo: para qué sirve, cuál fue nuestra metodología, cómo sacamos las dimensiones y los indicadores... Siento una gran responsabilidad, pues debo explicarlo de tal forma que el trabajo se tome como profesional y serio. No hicimos nada por casualidad, se supone que tuvo un orden y un sentido.

Y sí, estoy escribiendo en el blog sobre lo que debo de hacer ahora, pero tengo la mente de todos lados menos en eso. 

Desde hace algunas semanas mi mente divaga en muchas cosas. Muchas. Aunque varios factores los he experimentado antes, no recuerdo haber pasado por algo similar. Justo ahora se juntan, se mezclan y se me presentan enfrente, y yo me quedo sin saber qué hacer o qué responder.

La incertidumbre. Esa extraña sensación de no saber lo que sucederá en el futuro. ¿La había tenido antes? Sí, estoy segura que sí, pero no como ahora. 

En mi adolescencia la incertidumbre tenía que ver con los chicos... y qué sorpresa descubrir que sigue existiendo, aunque con otra perspectiva, por supuesto. Hace cinco años no sabía qué haría al terminar la licenciatura... otra sorpresa: aunque he definido varios aspectos, sigo sin saber. Hace mucho tuve ilusiones y sueños, pero no siempre pude dar el primer paso... bueno, creo que se entiende que no ha cambiado mucho la cosa.

Y por momentos me da risa todo esto. Me divierte descubrirme igual que aquella pequeñita que se acercó a la Cruz, al Jesús de las Escrituras con curiosidad y emoción. Con los mismos miedos e incertidumbres... Pero con Fe y Esperanza.

Pienso en el montón de metas, de anhelos, de sueños, de proyectos... cantidad inmensa! Con todo eso podría hacer una montaña que me aplastara en un instante. Desde siempre, desde niña, soñando con ayudar a otros, con entregarse totalmente a las causas justas, con salvar a los animalitos de la calle, con dar asilo a los abandonados, con denunciar lo que está mal... con huir y correr tras el viento, siguiendo mis impulsos...

Pero no. Al final, la duda, el temor... ¿cómo podré hacer eso? ¿cómo lo diré? Tal vez no tengo la capacidad, tal vez me falta algo, tal vez... tal vez... Y ahí quedó todo, en un sueño, una idea que nunca vio la luz. Y me desespero. Me enojo conmigo misma, me molesto. ¿Cómo puede ser posible que sigas igual? Ya deja de soñar -a veces me digo- tal vez nunca lo hagas. ¡Qué dura llego a ser!

¡Pero no me quiero quedar quieta! ¡Y no quiero seguir sólo mis impulsos! Un par de veces lo he hecho y todo salió para llorar... Por eso es que me he mantenido aquí, frente a la Cruz, observando absorta a un Dios que lo dio todo, que tomó la iniciativa y me amó primero. Me he mantenido aquí dado que quiero entender porque soy como soy, para qué quiere que yo siga soñando... Quiero entender cómo puedo servirle con lo poco que tengo.

¿De qué le puede servir al Dios Creador todos mis sueños? O tal vez la pregunta deba ser: ¿de qué me sirven a mí los sueños de un Dios Creador?

Y esto no es fácil. Pero tampoco quiero que me sermoneen, ni que broten clichés huecos, vacíos. He dicho que me he mantenido, y ha sido porque Dios me ha permitido conocerle, y sé que Él está junto a mí en este proceso, en esta crisis, en esta oscuridad... en este invierno. Pero no deja de ser difícil.

Y mi oración no es que me saque del hoyo. No. Mi oración es que me enseñe cómo seguir creyendo en medio de la prueba, cómo seguir anhelando la luz en medio de la oscuridad; cómo continuar buscándole a pesar de que mi voluntad me diga lo contrario. Qué curioso que mi terquedad salga a relucir justo ahora, porque no quiero quitarme de aquí: quiero aprender lo que quiere enseñarme, no huir de esto que no me gusta.

En fin... seguiré con la presentación de la práctica.

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