lunes, enero 10, 2011

Sirviendo en mis prisiones

El pasado fin de semana se llevó a cabo un retiro de asesores estudiantiles de la región centro en Toluca. Tuvo como fin reunir al equipo de trabajo para orar, leer la Palabra juntos, tratar temas del ministerio (estuvo de invitado Arturo Gleason y fue genial), además de revisar la agenda del año. En lo personal, yo buscaba el descanso que no pude tener en el campa regional, ni en las fiestas decembrinas.

Desde antes del campa me había dado cuenta que estaba agotada en muchos sentidos: desde mentalmente, por el cierre del noveno semestre de la carrera; hasta espiritualmente, pues estoy enfrentando varias luchas, de las cuales algunas ya han sido libradas (¡gracias a Dios!). Necesitaba descanso, pero no encontraba la forma, el lugar, el tiempo... y comenzaba a desesperarme.

Y nuestra querida Ana Miriam envió la invitación, que sin dudar acepté. No sabía cuál era el programa ni qué haríamos, pero yo me aventé con tal de salir de la ciudad (confieso que así fue). Y fue una maravillosa bendición del Señor.

Leímos Filipenses, particularmente los capítulos 1 y 3. Ya había leído antes eso, pero hubo un mensaje especial de Dios para mi corazón; al revisar el ánimo de Pablo y su oración por los filipenses me cayó el veinte: él estaba encerrado en la cárcel pero no dejaba la Obra; en vez de quejarse o lamentarse, se gozaba y se preocupaba por los otros. 

¡Chispas! Dejaba de lado sus prisiones y su tribulación, dejaba de pensar en él para preocuparse por los demás. No les dijo: "¿Qué creen? Ando pasando un mal rato, necesito tiempo; después les ayudo, va?". Para nada, todo lo contrario: a pesar de su difícil situación, les procuraba; a pesar de la distancia, les escribía y les animaba.

¿Y cómo podía hacer eso Pablo? Por el entrañable amor de Jesucristo. O sea, no estaba en sus fuerzas, sino en Dios. Sólo a través de Jesús podía amar y  servir a esos hermanos. 

¡Qué cosa! Yo metida en ocho mil luchas, dudas, quejas y demás... y el Señor diciendo que debo seguir caminando en el servicio, ¡porque no se trata de mí, sino de Él! Tan bello es Dios, porque no me dio la solución a todos mis problemas, pero me hizo descansar con recordar que la Obra es de Él; y también me indicó que estoy demasiado centrada en mis preocupaciones (como un "deja de pensar en ti, y mírame").

Fue un lindo tiempo. Además de lo ya mencionado, la convivencia fue  maravillosa: cantando, contando chistes, jugando y tratando de descifrar números marcianos; escuchando dudas, luchas, orando unos por otros. Reconocí y recordé que mi relación con mis compañeros de Obra inició con una amistad en algún campamento, lo que me lleva a agradecer de manera conmovida y a sorprenderme de lo que Dios hace en nuestras vidas.

Creo que con esto doy como iniciada mi nueva etapa de obrera estudiantil. No tengo idea de lo que Dios vaya a hacer conmigo, pero será bueno porque Él es Dios; arranco animada y agradecida por el privilegio de poder servir a los estudiantes y de ser parte de este equipo regional. 

¡Que el Señor cuide de Su Obra!

1 comentario:

  1. Es de gran bendición estar juntos en el equipo.
    Dios te bendice, y me da gusto leer tu testimonio.

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