miércoles, diciembre 28, 2011

¡Que se haga la luz!

Desde hace meses estoy leyendo "Dios es el Evangelio" de John Piper. Literalmente, meses. Es el primer libro que descubro debo leer despacio, sin prisa; de lo contrario, no podré disfrutarlo y comprenderlo. También he observado que es de esos libros que, si los vuelves a leer, le encuentras más cosas...

Lo estoy usando en el devocional, y trato de copiar algunas ideas en mi libreta. Ha sido fascinante: en pequeñas dosis me ha llevado a descubrir el evangelio desde otra perspectiva. ¿Es Dios mi más anhelado don? ¡Vaya pregunta tan dura y desafiante! Me obliga a hacer un autoexamen constante -por ello es excelente para el tiempo a solas con Dios. 

Y hoy encontré algo para llevar en oración: ¡Satanás quiere impedir que las personas vean la luz del evangelio! Puede parecer "obvio", pero hay que tomarnos en serio el asunto. Aquí una cita:

... la manera en que Satanás impide que las personas vean "la luz del evangelio" no es impidiendo la predicación, sino evitando la percepción espiritual. Se escuchan las palabras del evangelio, se entiende los hechos pero no es "luz". ¿Qué significa esto? Significa que las personas cegadas toman a consideración los hechos del evangelio pero no ven ninguna belleza espiritual que los cautive, ni tesoro no nada preciado de forma suprema. Ven solo hechos. Puede que hasta estén de acuerdo con que los hechos históricos sean ciertos... pero no tienen un "verdadero sentido de la excelencia divina de las cosas que se revelan en la Palabra de Dios ni una convicción de la verdad y la realidad que de ellas surgen".

¿Por qué debemos llevar esto en oración? Hemos pedido que el Evangelio sea predicado, que el nombre de Jesús se conozca en todo lugar -en el caso de mi trabajo, en las universidades; y creo que Dios ha respondido mucho esa oración: tenemos cultos de evangelismo, salimos a las calles a repartir folletería, abrimos grupos de estudio bíblico... No podemos decir que no hay personas que puedan predicar el Evangelio, ¡porque sí hay! [Y aclaro que no siempre estoy de acuerdo con las formas en que se hace; pero de que se hace, no tengo duda].

Pero, ¿oramos pidiendo al Padre que haga que la luz del evangelio brille tanto que las personas no puedan resistirse? A nosotros no nos toca convencer a nadie, y aunque intentemos "pulir" la gloria de Cristo no lo vamos a lograr. Sólo Dios puede mandar que brille la luz. 

Por otro lado, en nuestro contexto posmoderno donde todo es relativo y nada es absoluto (a según), ¿qué puede tener de especial el evangelio? Lo hemos visto y lo hemos escuchado: personas "buenas" que no tienen problemas con aceptar que Jesús fue un buen hombre, que sí existió históricamente, y hasta reconocen que la Biblia es un libro importante. ¿Y qué? Yo estoy bien con mi vida -nos dicen. ¡Y es que no pueden ver lo valioso que es!

Resulta ser que la riqueza del evangelio, lo hermoso y lo magnífico es su belleza espiritual. O sea, "no se ve" materialmente. Si alguien no puede ver esto, está ciego espiritualmente -quizá la palabra más adecuada sea MUERTO.

Y esto no sólo ocurre en "el mundo", ¡también en la iglesia! Los que nos llamamos cristianos, ¿vemos esa belleza espiritual? ¿valoramos como hermosa la luz espiritual del evangelio? ¿o desechamos las joyas preciosas y las cambiamos por perlas de plástico?

Hemos orado porque el Señor levante personas fieles a su evangelio para predicarlo y enseñarlo. Ahí tenemos al tío John Stott y muchos otros. ¡Oremos pidiendo que las personas vean y se deleiten en la gloria de Dios en la faz de Jesucristo! ¡Oremos pidiendo al Padre que haga la luz en el corazón de aquellos que escuchan su evangelio! ¡Oremos pidiendo que su iglesia valore esa belleza y esa luz como su mayor tesoro y lo predique así!

Sólo Él puede hacerlo. Mientras, nosotros hagamos nuestra parte de predicar y ser testigos de Jesús.


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