jueves, abril 12, 2012

Seguir caminando, ¡aunque los pies duelan!

"Como el Padre me ha enviado, así también yo os envío" (Jn 20:12). ¿Cómo fue enviado Jesús? Fue enviado a sufrir con un mundo que sufre, identificándose en amor de forma tan profunda que estuvo dispuesto a morir por nosotros. Nos envío como sanadores, pero aún en medio del proceso de sanarnos a nosotros mismos.
Nos envía como personas que han experimentado el quebranto y las heridas, pero que también conocen el poder transformador de la resurrección, que nos da vida. Aunque aún no hemos llegado, definitivamente estamos en camino, y nos regocijamos en esto.
La verdad es que las personas están dispuestas a escuchar cuando saben que sufrimos y tenemos luchas como ellos, pero que aún así Dios nos está dando las fuerzas para tomar el siguiente paso y seguir otro día más. Las personas se dan cuenta cuando hablamos palabras de paz que surgen del fuego en nuestra vida. Hay algo poderoso en un testimonio de este tipo.
La mayoría de las personas quieren saber si Dios realmente marca una diferencia. ¿Jesús les puede ayudar y darles un significado, un propósito, guía y fuerza para su vida también? Cuando respondemos: "Sí, yo he experimentado de primera mano el poder de Dios en medio del dolor", damos esperanza a los demás. Dios tomará nuestras heridas y las usará para ministrar a los que han sido heridos de forma parecida. Nos envía como sanadores heridos; personas que están permitiendo que sus heridas transformadas sean usadas por Dios para su gloria."
Este texto lo estoy citando del libro La esperanza tiene sus razones de Rebecca M. Pippert (Publicaciones Andamio),  que estoy leyendo desde hace unas semanas.

La verdad, ha sido una lectura interesante que me ha ayudado a recordar y re-ubicarme en la fe, en medio de la salida de un invierno. Algunas notas sobre ello:

- Todos estamos en la búsqueda de la felicidad. Ese no es el problema en sí, más bien que buscamos mal y en lugares equivocados.
- Nada de lo que yo quiera hacer, ni el más grande de mis esfuerzos, servirá para lograr esa felicidad ni la verdadera plenitud.
- He conocido a Jesús y he empezado a caminar con Él, ¡pero ni siquiera eso puedo hacerlo por mí misma! Necesito de su perdón, su gracia, su Espíritu para seguirle fielmente.
- Soy una mujer con heridas y cicatrices -¡como los demás! Y eso no significa que no pueda servirle; es más, aún con eso Él me llama, y esas mismas marcas Él las usa para su gloria.
- El arrepentimiento es permanente: cada vez que descubra un pecado más, debo recurrir a él y rendirme nuevamente a Cristo.
- ¡Ser más consciente de mi pecado es buena señal! Es decir, sería más preocupante si no reconociera mi pecado, porque significaría que me estoy alejando de Cristo y volviendo insensible a mi maldad. Mientras más cerca está la luz de la oscuridad, se va mostrando más lo que hay en ella.


Ha sido reconfortante esta lectura; me anima a seguir confiando, a seguir haciendo preguntas y no conformarme con lo que escucho... a seguir buscándole!! Porque este caminar lo hacemos de Su mano... ¡y vale la pena seguir aunque los pies duelan!




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