jueves, diciembre 20, 2012

El abuelo Gaspar: un gran regalo de Dios.

Las personas son regalos de Dios. Y por medio de cada una Él nos enseña, nos guía, nos regaña y nos expresa su amor. Por eso, cuando ya no están nos duele, porque nos separamos de alguien que fue creado a imagen y semejanza de Él, es decir, ya no está quien nos ayuda a recordar que Dios está presente en este mundo que parece de cabeza y es un caos.

El martes partió mi abuelo Gaspar, un regalote que Dios puso en esta tierra para hablarme sobre el disfrute de la vida en las cosas sencillas y cotidianas. Un hombre que siempre admiré y seguiré admirando, porque sé que a pesar de que ya no está aquí, lo seguiré conociendo cuando escuche las anécdotas y las historias de mis tíos y tías, mis primos y primas, y sobretodo de la abuela con quien compartió toda la vida. Es decir, aunque ya no lo veré en esta vida, sus palabras y sus recuerdos seguirán dando cuenta de quién fue en la voz de todos nosotros que lo amamos.

Tan sólo han pasado un par de días y he conocido que el abuelo fue un hombre que amó y que se dio a sí mismo. No fue perfecto, por supuesto; ninguno de nosotros lo es. Pero vivió amando a su esposa y a sus trece hijos -muy a su manera, je-; también nos amó a sus treinta y tantos nietos. Apuesto que cada uno podemos recordar algún detalle que tuvo hacia nosotros, que fue especial y espontáneo, quizá muy sencillo pero profundamente significativo. Estoy segurísima que sí.

¡Y por eso damos gracias en medio del dolor! Porque se vale agradecer en medio de la pérdida; de no ser así, ¿de dónde podríamos aferrarnos para no desmayar? ¿cómo podríamos seguir recordando su sonrisa sin sentir que la vida y el alma se nos van de las manos? ¡No lograríamos compartir con otros quién fue y todo lo que hizo con y por nosotros!

Duele, sí duele. Porque la muerte no debería existir, no estaba en el plan original; no obstante, estamos hechos de historias (diría Eduardo Galeano), que son capturadas por la memoria para ser guardadas en el corazón y señalarnos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Gaspar se fue, pero se quedan sus historias, su propia historia de vida que nos enseña un poco de nosotros mismos, y eso nos ayuda a continuar caminando, porque se hace camino al andar.

Por mi parte, guardo con mayor amor y ternura tres cosas sobre el abuelo: el único "domingo" que me dio cuando tenía 10 años, y que me hizo sentir rica por unos instantes; la plática en Querétaro, cuando él -con unas copas encima- se puso a bailar bajo la lluvia y me dijo que la vida era para disfrutarla, cerrando con su típica frase "discúlpame hija, estoy borracho"; y el par de veces que me sacó a la pista en alguna fiesta familiar, para darme la bailada de mi vida. Y una extra: cada vez que iba a visitarlo y que me saludaba con un abrazo fuertísimo, estrujante, acompañado con un "¿dónde anda mi chaparrita, eh? ¿dónde anda mi muñequita?".

Dios y Padre mío, gracias por el abuelo Gaspar. Fue un regalo invaluable y un ejemplo de sencillez y amor, de entrega pese a la escasez, de pasión por la vida, de deseo de conocer y aprender sin importar que no se tuviera un papel académico. A los que nos quedamos ayúdanos a seguir caminando, a honrar su nombre y a vivir como debemos hacerlo. Amén.

Gaspar Vilchis Esquivel.
6 de enero de 1930 - 18 de diciembre de 2012.

No hay comentarios:

Publicar un comentario