miércoles, noviembre 25, 2009

Pensando en la familia... y en mi familia.

Estos últimos días he pasado por un periodo ermitaño, más necesario que voluntario porque ha llegado el fin de semestre, y con él la entrega de trabajos finales y exámenes... Reconozco que muchas desmañanadas podrían haberse evitado si antes hubiera trabajado más, pero también observo la gracia de Dios, porque no está siendo tan pesado. En fin, todo va saliendo con calma, aunque no con menos estrés.

El punto de esta entrada no es en sí el fin de semestre (aunque podría desarrollar todo un escrito, porque los fines de semestre son materia de análisis para todas las disciplinas...).

Comenté que mi ermitañez fue más a fuerzas... pero ahora, he llegado al punto de querer volverme ermitaña un breve tiempo, tanto para descansar y tener un espacio exclusivo para mí y sólo para mí; como para asimilar el bonche de información que estamos viendo en psicología social y que ya me movió el piso: psicología de la familia, más concreto, el ciclo vital de la familia.

Leímos un libro de Lauro Estrada, con ese título. ¿Qué tiene que ver conmigo? Pues, ese texto habla acerca de las 6 etapas por las que pasa una familia a lo largo de su vida: desprendimiento, encuentro, hijos, adolescencia, reencuentro y vejez. El autor maneja que el corazón de la familia es el matrimonio, ese "par de dos" que ha decidido (por convicción u obligación) casarse y formar una familia.

La fase de "encuentro" fue el capítulo más largo del libro, porque plantea y explica que el matrimonio debe estar basado en un CONTRATO matrimonial. Algunos podrán pensar que eso es demasiado, exagerado, esas cosas se le deben dejar a la administración o a los sindicatos. Pero no. No es así.

Está bien, el amor es importante, pero si sólo lo vemos como la emoción y la esfervescencia de la pasión, posiblemente tengamos problemas... Recordemos que en el amor hay algo llamado "compromiso": podemos querernos, pero si no hay un interés genuino por construir algo en conjunto, entonces no durará mucho.

Entonces, después de que te encuentras a aquella persona tan especial, sientes mariposas en el estómago, sueñas y ríes sin razón; debes aterrizar. Seguramente tú y tu pareja tienen expectativas y anhelos, tienen una idea de cómo debe ser el matrimonio; por eso, es importante que se sienten juntos y digan "¿qué estoy esperando de ti y qué esperas de mí?".

No se trata de ver quién gana más, se trata de acordar cómo van a arrancar el coche y qué gasolina le van a poner, quién llevará el volante y quién será copiloto, ¿se vale cambiar de posición?, ¿y si se poncha una llanta?, ¿qué tal que se calienta el motor?, ¿cuál será la velocidad máxima?... Vaya, dices cómo va a ser el viaje en carretera, para evitar accidentes mortales.

Un contrato con sus respectivas cláusulas, que será "firmado" por ambos. Lo interesante no sólo es armarlo: es mantenerlo y hacerle las revisiones pertinentes en cada una de las etapas, porque la familia es un sistema vivo y abierto, por lo tanto dinámico y cambiante... El contrato no puede ser inamovible, debe ser analizado y actualizado para que tenga validez.

Ahora, la razón de por qué me movió el piso. Dos razones: uno, deseo algún día casarme y formar una familia; y dos, soy muy joven, por lo tanto, inexperta. La profesora nos dijo que esta información no sólo nos sirve para llevarlo a nuestras intervenciones, también para nuestra propia vida.

Leer estas cosas me ayudan a pensar "más frío"; pero no sólo eso, todo lo expuesto arriba me ha hecho preguntarle a Dios qué onda con mi vida y mis anhelos. Él jamás ha dicho como en los cuentos "y vivieron felices para siempre"; Él nos ha mostrado que la mayoría de las veces, su llamado es a familias; recordemos a Noé y a Abraham, y vemos que no fue fácil.

La familia es importante para Dios, nos ha creado como seres sociales; por lo tanto, casarse y pensar en tener chilpayates no es jugar a las muñecas y a la casita. Implica que le demos su debido lugar y respeto. Implica que lo tomemos en serio.

Yo me he preguntado si podré ser buena esposa y buena madre. Aunque me digan que ha cambiado la posición de la mujer en la sociedad, lo cierto es que se sigue esperando casi lo mismo que hace unas décadas, sólo le han aumentado tener una carrera y ser exitosa (¿quién dijo que la "liberación femenina" nos liberó?). Yo no sé si cubriré todos esos requisitos.

Lo único que pido a Dios es que me enseñe como ser una mujer íntegra, conforme a Su Corazón. Yo no sé si aprenderé a cocinar y planchar (¡aaahhgg! me choca planchar...); tampoco sé si podré cambiar pañales como si nada, o si sabré recibir a mi esposo después de un día de trabajo... no lo sé, y no lo sabré hasta que suceda; lo único que puedo pedirle al Señor es que ahora, en este tiempo de soltería, yo aprenda a buscarle, a escucharle y a obedecerle.

Admito que a veces me da miedo fallar, miedo a no saber responder a mis hijos cuando me hagan una de esas preguntas raras que a veces hacen los niños pequeños, miedo a no saber cuando estén enfermos o a no procurar a mi esposo de la manera adecuada; a veces tengo miedo de mí misma como mujer imperfecta... Pero, ¿saben? Si fuera por mí, mi vida sería un caos.

Ahora recuerdo que mi vida la he entregado a Él, y Él la sostiene y lo seguirá haciendo, porque es Fiel y cumple Sus promesas. Así que, debo confiar en que, cuando llegue el tiempo, Él nos mostrará a mi esposo y a mí cómo cuidar a nuestra familia.

Pero por ahora, aprendo a esperar y a servir a Dios con mi soltería. Deseo que sea lo mismo para el hombre que será mi compañero de vida.

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