viernes, julio 02, 2010

Libros, libros y... ¡menos libros, por favor!

En la dinámica de la limpieza en casa, además de fotocopias, me encontré -con mucha sorpresa- con los libros de texto de la prepa. Ya ni me acordaba que aún los conservaba. También me despedí de historia universal contemporanea, literatura universal, lógica, geografía... 

Pero no fueron los únicos ejemplares. De mi librero -el que está más cerca del escritorio- tuve que hacer una selección sincera y honesta; no todos los que estaban ahí los utilicé... ¡algunos ni siquiera los consulté! Se fueron los que ya leí, pero no pienso repetir; los que tomé de algún stand porque eran gratuitos; los que hace un par de años pensé que me servirían en alguna asignatura, pero jamás revisé. De todos esos, sólo unos cinco fueron rescatados por mi madre.

Y no es ninguna aberración deshacerse de algunos libros. Desde que tengo uso de razón he estado rodeada de ellos, y en los últimos 3 años he aprendido que no pasa nada -¡no se acaba el mundo!- si me deshago de libros. No los voy a quemar, así que no es ningún atropello a la razón.

He vivido de muy cerca el consumismo "librero", mi padre disfrutaba comprar libros nuevos y viejos; y cuando falleció todos sus libros, absolutamente todos, se quedaron en los estantes. Fue necesario vender una gran parte, porque él ya no los iba a leer, y nosotros tampoco. Así que, aunque me guste algún título en la librería, puedo dejarlo en su lugar y no comprarlo, salvo que sepa que lo voy a leer y utilizar -y tenga dinero-.

Me he vuelto partidaria de los intercambios y las bibliotecas. No hay como recorrer los pasillos de la biblioteca de la escuela, husmeando entre los títulos y los autores, elegir alguno y solicitar el préstamo; después de una semana, lo regresas y alguien más lo puede consultar. O prestar tu novela favorita a un amigo, para después reunirse y comentarla, escuchar opiniones, gustos y disgustos. Los intercambios de libros no sólo fomentan la lectura, ¡promueven la socialización, la convivencia! Es como leer "acompañado", que resulta más divertido y enriquecedor que leer a solas.

La pregunta que queda ahora es ¿cómo vamos a rellenar los espacios vacíos de los libreros? Sospecho que la siguiente meta es seguir depurando la biblioteca familiar, y reubicar los lugares de aquellos ejemplares que aún se quedarán con nosotros.

A trabajar, entonces.

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