viernes, junio 17, 2011

Aprendiendo a aprender -o sobre el dolor y la necedad que me provoca el inglés.

Esta semana asistí a un curso de estrategias de vocabulario aplicado a la comprensión de lectura en inglés. La razón por la cual me inscribí a éste fue el examen de comprensión de lectura que tengo que acreditar para avanzar en mi proceso de titulación. Ciertamente, lo hice más por obligación que por gusto, porque desde hace muchos años tenía una barrera-bloqueo mental que me causaba un tipo de resistencia al idioma gringo.

Recuerdo que hace un par de años (como a mitad de la carrera), tomé un curso de gramática. Claro, el resultado fue por demás infructuoso, porque ante tantos ejercicios gramaticales y tareas que implicaban memorizar verbos ("to be or not to be") mi bloqueo no cedió, y me quedé igual que al principio: sin presentar el examen.

Pero esta vez quería hacer las cosas diferentes; si escribí mi nombre en la lista de inscripción, ya era por la necesidad inminente de sacar el papelito que dijera "sabe leer in inglish". En fin, el glorioso día de inicio llegó y yo estaba bien tempranito en mi salón (que, por cierto, fue mi salón en el último semestre de la licenciatura).

Ese mismo primer día la profesora hizo un comentario que me cambió la vida (ok, exagero, pero sí contribuyó a cambiar mi forma de ver las cosas): "En mi experiencia, he observado que muchos tienen la idea de que el inglés es muy difícil; les diré algo: ustedes hablan español, el cual es el idioma más rico pero también el más difícil. Piensen esto: mi lengua materna es el español, el cual domino; por lo tanto, aprender el inglés no representa un problema". ¡Nombre! Además de inflarme pensando en lo bello que es mi idioma, esa barrera mental empezó a ceder y decidí tomar una actitud más abierta a aprender.

De ahí pa'l real (diría mamá), todo fue más sencillo. Empecé a identificar más palabras que sí conozco, algunos verbos, frases; lo que me dio más confianza, porque no estoy en blanco. Pero no sólo aprendí de mi propio proceso, también de mis compañeras. Ellas, al igual que yo, tienen cierta resistencia al inglés; observé cómo al leer las primeras palabras de una línea y no conocerlas decían "no puedo, no entiendo". Una de ellas simplemente por no entender las instrucciones de la profesora dio carpetazo y desertó al tercer día, cuando lo importante no era nuestra curiosa instructora sino aprender estrategias y técnicas para comprender una lectura.

Sinceramente, me vi reflejada en mis colegas y comprendí que para aprender inglés hay que tener una actitud abierta, flexible, disposición a cambiar esquemas y estructuras viejas, así como a esforzarte. Si quieres aprender, tienes que estar dispuesto a hacerlo, porque no será por ósmosis. Y eso pasa en cualquier área de la vida: si quieres dominar un instrumento musical, tienes que hacer una y otra vez ejercicios que pueden parecer engorrosos y aburridos; implica esfuerzo, y eso a veces nos causa dolor y frustración; también necesitas disposición a cambiar tus ideas sobre cómo deben hacerse las cosas.

Esto también sucede con Dios y su palabra. Cuando le decimos que sí a Jesús, no sólo estamos siendo parte de la gracia y la salvación; estamos diciendo "sí, quiero aprender a seguirte". ¡Vaya cosa! Significa que día con día estarás abierto a esforzarte, ser flexible, cambiar tus esquemas, desarrollar ciertos hábitos y conductas que indiquen que le perteneces. Así, cada vez que hacemos un devocional, que nos acercamos a la Palabra, nuestra postura y actitud es de -o debería ser de- "¿qué quieres enseñarme hoy?", ser humildes y estar dispuestos a recibir lo que el Señor quiera decirnos. Y eso, a veces nos produce dolor.

Imagínate, llegas un día a abrir tu Biblia y lees las palabras de Jesús que dicen que al orar debes de perdonar a quien te ofendió... ¡y hace dos horas una persona te agredió de tal forma que tú ya no quieres verla ni en pintura! A ver, ¿qué haces? Piensas: "¡oh sí, Señor! Tienes razón", cierras el libro y te vas; o sintiendo algo incómodo en la panza, le das vuelta al asunto y al final dices: "Está bien! Esa persona me lastimó, y me cuesta trabajo perdonarla; ayúdame a comprender tu perdón en mí para que pueda perdonar a mis deudores". Son dos cosas diferentes; nuestra respuesta dirá mucho de nuestra verdadera fe.

El aprendizaje duele. El verdadero aprendizaje es doloroso, porque implica hacer a un lado toda nuestra configuración de ideas, valores y sueños. Pero vale la pena, porque nos ayuda a crecer, y en el caso concreto de la fe, nos lleva a conocer mejor a Dios, fortalecer nuestra relación con Él y llevar una vida de obediencia.

Esta lección me ha ayudado a evaluar mi acercamiento a Dios; agradezco mucho que Él ponga este tipo de experiencias en la vida, con ejemplos muy prácticos. Él es el mejor maestro.

2 comentarios:

  1. es real Ada!! el aprendizaje duele, y necesitamos ser humilde para aprender de verdad !!. me gusta tu entrada

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  2. Correcto: "Sólo el verdadero aprendizaje duele." ¿Por qué duele? Porque apela a nuestro yo, a nuestro orgullo, porque nos invita a ser humildes. Por eso, amar duele: Amar a Dios y al prójimo.

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