lunes, noviembre 21, 2011

Aprendiendo sobre el Señorío de Cristo

Durante el último mes estuve leyendo un libro ameno e interesante, el cual habla sobre el Señorío de Cristo y lo que éste implica en nuestra vida cotidiana. Aunque breve, el contenido es sustancioso y enriquecedor.

Cotidianamente he escuchado en la iglesia y en el ministerio estudiantil que Jesús es Señor; incluso, en nuestras oraciones decimos "Señor, te rogamos... te agradecemos... te alabamos". Pero, ¿en verdad comprendía yo la magnitud de decir que Cristo es Señor?

La clásica escena que pensaba era la de los primeros cristianos perseguidos por el Imperio Romano: frente al estandarte del César lo esperado era que dijeran "César es Señor", pero ellos se atrevían a decir "Jesús es Señor". Conmovedor, pero en el siglo XXI eso puede quedarse en mera historia antigua.

Pues bien, Jorge Olivares me ayudó a visualizar mejor las implicaciones de decir que Jesús es Señor. Primero, aclara que esto de someterse al señorío de Cristo es un proceso durante el cual aprendemos y desaprendemos, luchamos y fallamos; pero contamos con el recurso de la gracia, que nos permite continuar.

Tres puntos que llamaron mi atención:

1. El Señorío implica intimidad. Cuando pensaba en autoridad o señorío venía a mi mente la imagen de un hombre grande y gruñón, que sólo le importa ser obedecido sin chistar. Esa imagen no era agradable, y me costaba trabajo relacionarla con mi Salvador amoroso. Menos mal que no se trata de eso: Jesús es Señor, y sí busca obediencia, pero no es autoritario. A él le preocupa más lo que soy que lo que hago, y espera de mí no sólo una obediencia intelectual, sino una relación de intimidad. Él mismo puso ejemplo al someterse al Padre y obedecerle hasta la muerte en la Cruz, ¡y ambos tienen una profunda relación de amor genuino!

2. Jesús es Señor en el mundo espiritual. Creo que parte de mi cosmovisión evangélica está fuertemente influenciada por la tradición presbiteriana, que no profundiza mucho en los asuntos tocantes al mundo espiritual. A veces, pareciera que "eso" es mero emocionalismo y nada tiene que ver con nosotros. Triste la cosa, porque entonces omitimos cosas importantes como el hecho de que Jesús tiene todo el poder y de que tener miedo puede ser algo que nos lleve a no cumplir la Voluntad de Dios. Inclusive, se nos olvida que Satanás está al acecho, esperando la perfecta oportunidad en cualquier fractura para entrometerse.

Al decir que Jesús es Señor en lo espiritual, no sólo reconocemos esto: reconocemos que Él es sobre Satanás y sobre el mal; lo que nos lleva a confiar que su obra en la Cruz los ha derrotado y no debemos tener miedo.

3. El Señorío de Cristo también incluye a nuestra comunidad. "Presentar el señorío de Cristo a nuestra ciudad es mostrar su amor, es interceder por situaciones cotidianas y extender el reino con actos de amor del Padre" (pág. 101). Sí, tenemos el llamado a evangelizar, pero eso incluye testificar el amor de Dios con nuestro prójimo. Sinceramente, no estoy muy segura de que entregar un folleto sea un acto que exprese en sí mismo amor; ¿cómo le hacemos entonces? Tal vez, en lugar de llegar a recitar las mil-ocho-mil leyes espirituales, podríamos interesarnos por saber cómo se llama la persona y escucharla un poco, conversar y dejar de pensar que debemos "ganar su alma" como si se tratara de bonos acumulativos.

Leer los periódicos puede ayudarnos a conocer lo que están viviendo las personas, y buscar ideas creativas que muestren el amor del Padre y acerquen el reino de Dios a las personas. Hay tanto qué hacer...

Así que les dejo la recomendación de este libro, que me ayudó a comprender más integralmente el Señorío de Cristo en mi vida, y que me desafió a aceptar a Jesús como Señor mío día a día. 

Ficha bibliográfica:
Olivares, Jorge (2009). Quiero que seas mi Señor: el señorío de Cristo en la vida cotidiana. Buenos Aires: Certeza Argentina. 138 p.  

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