viernes, noviembre 04, 2011

El Espíritu de oración

Desde hace un par de semanas, he empezado a incorporar a mi tiempo devocional la lectura de algunas poesías. El libro que estoy usando se llama En comunión con lo Eterno de Francisco E. Estrello.
Hoy me topé con el siguiente texto; la verdad, me llegó...

El Espíritu de Oración.
Fenelón. 

No te desanimes por causa de tus faltas; condúcete contigo mismo, al corregirlas, como lo harías con tu prójimo. Deja a un lado ese ardor mental que deja exhausto tu cuerpo y que te hace cometer errores. Acostúmbrate gradualmente a llevar la oración a todas tus ocupaciones diarias. Habla, actúa, trabaja en paz, como si estuvieras en oración, como ciertamente debes estar.

Haz todo sin ansiedad, en espíritu de gracia. Tan pronto como te des cuenta de que tu natural impetuosidad está resbalando, retírate quietamente a tu interior, donde está el reino de Dios. Escucha únicamente la dirección de la gracia, y entonces no digas ni hagas nada más que lo que el Santo Espíritu ponga en tu corazón.

Descubrirás que te tornas más tranquilo, que tus palabras serán más pocas y más eficaces, y que, con menos esfuerzo, podrás lograr más bien.

No es cuestión de una lucha perpetua del entendimiento, lo cual sería impracticable, sino cuestión de acostumbrarse a una paz en la cual consultarás fácilmente a tu amado Señor acerca de lo que es tu deber. Esta muy sencilla y corta consulta se efectuará más fácilmente que los ansiosos y tumultuosos debates que usualmente entablamos con el yo, cuando nos dejamos vencer por nuestra natural impetuosidad.

Cuando el corazón se haya vuelto ya hacia Dios, podemos fácilmente formar el hábito de suspender los movimientos naturales del sentimiento ardiente, y de esperar el momento en que podemos obrar bajo el impulso de la gracia de Dios.

Te exhorto a procurar adiestrarte en esta dependencia de la voz interior, y entonces toda tu vida se convertirá gradualmente en una oración. Puedes sufrir, pero sufrir en paz es solamente la mitad del sufrimiento.


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