jueves, mayo 16, 2013

Cavilando sobre mi identidad

Después de la jornada del día, llego a casa. Saludo a mamá, boto mi morral junto al escritorio, me quito los zapatos y los calcetines. Prendo la computadora, reviso los últimos correos, los respondo (estoy mejorando en eso de responder pronto los mensajes que entran a la bandeja), checo las actualizaciones de las redes sociales, leo algunas cosas... Y siento que debo hacer un alto para ser consciente de lo que estoy haciendo.

A veces, mientras estoy leyendo algunas cosas, siento que debo hacer lo mismo que dice eso que leo, o imitar cierta forma de vida, o cierta manera de pensar; quizá creo que me falta esto o aquello, o que tal vez no soy tan lista como tal o cual persona; más de una vez me descubro a mí misma queriendo ser otra persona que no soy yo. ¿Por qué o para qué?

Creo que hay una necesidad de aceptación que me lleva a intentar ser lo que otras personas quieren que sea. Pero he descubierto que, al final, eso también es negar a Dios en mi vida. Lo es porque tomo como medida la opinión de quienes me rodean (y que al final yo misma me marco) y no lo que Él dice que yo sea. 

Los últimos meses he sido más consciente de ese fenómeno; por eso, me pregunto constantemente ¿quién eres? ¿qué es lo que quieres hacer? ¿qué te define? Y le pregunto a Dios ¿qué quieres que haga? ¿quién quieres que yo sea? Vaya, Él es quien me creó y quien me conoce perfectamente.

Al reconocer más mi identidad en Él, saberme amada siendo yo misma (con la bola de defectos y manías que me cargo), al expresar qué es lo que disfruto y qué es lo que me disgusta sin temor al rechazo, he encontrado libertad y gozo. Él me ama. De hecho, me amó sabiendo mi condición.

Y es así que también he encontrado más libertad al amar a otros. Escucharlos y mirarlos con la libertad de no buscar cómo juzgarles sino más bien cómo puedo servirles en algo. ¡O reconociendo su servicio hacia mi persona!

Al final, anhelo ser su discípula y seguirle fielmente. Mirar sus pies y sus sandalias. Observar sus manos. Escuchar sus palabras. Sonreír y llorar con Él. Para eso me hizo libre: para imitarle y desear que otros le reconozcan como Señor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario