sábado, febrero 20, 2010

Estrella Polar

Ahí estaba yo, en el metro, retomando un libro que dejé reposar por unas semanas, regreso a él con el propósito de aprovecharlo hasta el final. Eso de la creatividad y el arte desde una perspectiva cristiana es un buen tema, recordando que todo nuestro ser, de manera íntegra, es de Cristo. No es sólo mi mano o mi pie, se trata del paquete completo.

Me quedé justo donde habla de la humildad, que deriva en exaltación. Trato de pensar bien en esto, es mi lucha permanente con mi ego lo que me hace reflexionar más sobre el punto. Y más adelante, Michael Card comienza a hablar de las estrellas y las constelaciones.

Y menciona la Estrella Polar -también conocida como estrella del norte-. No recuerdo haber escuchado antes de ella, pero el autor comparte que, a diferencia de todas las constelaciones del sur que son brillantes y notorias, la Polar es pequeña. Sólo con la práctica se identifica en medio de la bóveda celeste.

Esa pequeña estrella ha salvado a marineros y aventureros extraviados, porque siempre está en el mismo lugar, no importa la estación. Es como una brújula que orienta siempre hacia el norte. ¿Quién pensaría que una estrella no tan brillante guiaría a muchos de regreso a casa?

La idea central: Jesús fue una estrella polar.
Según Isaías, nada en su apariencia parecía brillar de manera especial. En su época había muchas más estrellas mesiánicas deslumbrantes que llegaron y se fueron como relámpago. Pero Jesús siempre ha permanecido allí, inamovible y enraizado al mismo lugar del universo.
Me detengo y me recuerdo a mí misma que Él es mi estrella polar; pero algo más viene adelante, comienzo a percibir esa sensación de que "algo" viene.
Él constantemente nos llama a dar la vuelta y contemplar la resplandeciente debilidad de su luz, mientras brilla en este mundo presente, para que encontremos nuestro camino hacia esa luz, y para entonces encontrar nuestro camino a través de la luz de Dios.
¡Y ahí estás de nuevo! Recordándome quién eres, quién soy... Es Tu estilo, como la primera vez -no lo olvido-: sorpresivo, sin avisar. Simplemente das la estocada y yo quedo desarmada. Después de muchos días de preguntas, temor, indignación, cuestionamientos sobre lo que pasa a mi alrededor, me respondes de forma que puedo entender que se trata de Ti.

¿Por qué te estás preocupando? ¿Por qué te afanas en tantas preguntas? Pareciera que me estás confrontando, usando mis propias armas. Mujer, ¿por qué dudas? Y me siento como Pedro, cuando caminaba sobre las aguas, pero en cuanto miró la tormera, tuvo miedo y empezó a hundirse. Pero eres tan paciente y amoroso, que no te detienes a asir mi mano y sostenerme.

No permites que me hunda en mis preguntas, porque sabes que eso puede detenerme, paralizarme. Y me recuerdas que Tú tienes el control, que Tú harás justicia, y que yo no puedo hacer nada, sólo seguirte y obedecerte. Me pides que todas mis cargas las ponga en Tus Manos, porque mis espaldas no las soportarán y puedo terminar aplastada por ellas. Me pides que confíe plenamente en Ti, aunque yo lea, oiga y vea que el mundo se destruye, que las personas se matan, que la desigualdad crece y la injusticia predomina. Y no puedo responderte nada, no puedo reclamarte nada.

Señor, quiero creerte, en serio. Y ruego porque me ayudes a hacerlo, porque por mí misma no puedo; quiero mirarte como quien mira la Estrella Polar, como una guía salvadora, no importando que su brillo no sea deslumbrante y que alrededor existan otros destellos que cieguen la vista; recordando que permanece siempre en el mismo lugar, conociendo que puedo -y necesitaré- volver para continuar en mi caminar contigo.

Eres mi Estrella Polar, sin la cual, me hundiría en la tormenta de este mar de injusticia y dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario