martes, febrero 09, 2010

A una semana y a falta de otra cosa

Hace una semana regresé de Tijuana. Y en verdad quisiera escribir una detallada crónica de lo que sucedió, pero el inicio del semestre fue tan abrupto que aún no puedo adaptarme a mis nuevos horarios.

De mientras, comparto algo que escribí en el aeropuerto de Tijuana, antes de abordar el avión.
Ya estoy en el aeropuerto. Con esto finalizan mis vacaciones de transición de año. Mañana debo de integrarme a mis actividades cotidianas; empezaré el octavo semestre de la carrera, el penúltimo, Debo arreglar mi servicio social, precisamente este mes; agarrar mi ritmo de nuevo. Pienso que debo disciplinarme; bueno, más bien ser constante y persistente.

Este viaje a Tijuana me hizo reflexionar sobre lo que yo estoy haciendo, lo que pienso hacer y lo que debo hacer. Fue mirarme en un espejo, ver mis fallas, mis heridas y mis cicatrices; descubrir que, aunque me he despojado de algunas prendas de mi viejo yo, todavía me aferro a algunos despojos y harapos que insisto en colgarme.


El llamado, de ese no tengo duda; de mí misma, muchas veces. Incluso brota el miedo a tener miedo.

En mi contexto, se dice que Tijuana es una ciudad insegura, peligrosa; para mí fue toparme con mi propia inseguridad de joven, mujer, estudiante.


¿Por qué tendría que dudar? ¿Por qué pensar que no puedo lograr servir a mi Dios? En mi año de cristiana ha sido Él quien me ha llevado de la mano y he tenido experiencias hermosas.

Casi abordo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario