martes, junio 21, 2011

¡Oh, miserable de mí!

Así que queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí... ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.
Romanos 7:21,24,25.
 
Hace diez días que leí el capítulo 7 de la carta a los Romanos, y sigue haciendo eco esa expresión de Pablo: ¡Miserable de mí!

Y resuenan más en los momentos de conflicto, en los que se pone de manifiesto mi orgullo, mi egoísmo: mi pecado. ¡Miserable de mí! Recuerdo mi necesidad de Cristo, de la Cruz, de su perdón y amor. Recuerdo que lo necesito en todas las áreas de mi vida.

¡Oh, miserable de mí! Sino fuera por Él, mi vida sería muerte. Más por Él, mi muerte es vida.

Ese clamor de Pablo, también es el mío. Así como la gratitud por Jesucristo, por quién tengo justificación y entrada al Padre.

Que no olvide lo miserable que soy, es mi oración, para reconocer mi necesidad de Jesús.

1 comentario:

  1. q bonito ana =D amé esa parte de sino fuera por ël , mi vida sería muerte, mas por El, mi muerte es vida =D

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