viernes, abril 29, 2011

¡Nada fuera de ti!

Ya es viernes. Desde hace una par de horas me imaginé en un café del centro, sentada junto a un ventanal, escribiendo en mi diario... Pero mi cartera ya se está quedando vacía, no hubo ninguna confirmación y mi estómago empezó a rugir, así que terminé en mi casa, en mi escritorio, frente a mi ventana.

He intentando asimilar todo lo que sucedió en esta semana post-campa: cansancio, caminatas bajo el quemante sol, indecisiones, más cansancio, dolor, sueño, charlas, café, peleas, decepción, ganas de ser borrada del mapa, muchas preguntas, ansiedad, ganas de llorar; saber que hay que desarrollar paciencia y amor en cualquier circunstancia, y descubrir que cuesta demasiado... cuesta todo.

Interesante post-campa, muy diferente a los anteriores -caracterizados sí por el cansancio, pero también porque era más sencillo encontrar la alegría y el gozo-.

Y justo hoy en la mañana pensé: "creo que estoy reseca, ¡necesito agua urgentemente!". Es lindo ser anfitrión, pero la dinámica de recibir personas en casa desgasta también... a veces ni te das cuenta, pero te afanas y terminas como Martha (véase Lucas 10:38-42). Y creo que algo así me pasó: me dejé llevar por la agenda que se iba armando, por las diferencias en los intinerarios, por las circunstancias y no me detuve para sentarme a sus pies.

¡Qué mal!

Pero hoy fue distinto. Los viernes visitó la Universidad sólo para ver a una joven que semanas atrás decidió comenzar una nueva vida caminando con Jesús.  Desde hace casi un mes nos sentamos en el pasto de su escuela para llevar un discipulado, leemos la Biblia, contestamos preguntas.

Mientras iba camino a dicha cita, sentí desánimo, confieso -vergonzosamente- que no esperaba mucho. Iba más por compromiso, pero el Señor me sorprendió. Fue una invitación a sentarme a sus pies y recordar qué es lo verdaderamente importante.

Hablamos del nuevo nacimiento y pasados los primeros 10 minutos dije en mi interior: "Padre, gracias". Ella estaba muy animada y motivada, con ganas de preguntar lo que no entendía, de compartir lo que descubrió... Me conmoví profundamente cuando le pregunté "¿qué fue lo que entendiste de la lección?" y ella respondió: Que he vuelto a nacer y que esta nueva vida es de verdad, que ya no soy esclava sino libre.

¡Gloria a Dios! Ahí estaba yo, sentada, mirando a Jesús a través de mi pequeña hermana; sintiendo la emoción de sabernos amadas por Dios, sorprendida por (re)descubrir que estoy en Él y Él en mí, que estamos juntos para siempre; deseosa de beber la leche espiritual, de aprende más, de conocerle más...

Cuando regresaba a casa, pensé "necesito estar con Él". Recordé ese canto que dice: "Porque fuera de ti, nada deseo en la tierra, tu presencia es más hermosa que cualquier cosa". ¡Así me siento ahora!

Esta sesión de discipulado me refrescó y me hizo recordar por qué decidí aceptar el llamado a la Obra. Jesús me recordó que no puedo desear nada fuera de Él que llene mi ser plenamente. Y también me exhortó a no permitir que las circunstancias me lleven a alejarme de sus pies y su Palabra.

Padre, gracias por el día tan iluminado. Perdóname porque mis fuerzas y mi corazón estuvieron en otro lugar, afanándose y desgastándose. Te ruego que me ayudes a recordar lo verdaderamente importante, y que pueda compartirlo con los que me rodean. En el nombre de Jesús, amén.

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