martes, octubre 16, 2012

8. Señor, cuando tú me llames - GBUCH

"Y Ada, ¿ya trabaja?", es la pregunta obligada que la familia hace a mi mamá desde que supieron que terminé la licenciatura. "Sí, ella ya trabaja". La primera vez que escuché esa respuesta mi corazón se alegró, porque en mi hogar se reconoce lo que hago.

Pero, ¿qué tipo de trabajo hago? No tengo una oficina, no tengo un cubículo, no hay una agenda demasiado rígida, no hay papeleos cansados y tediosos, no hay un horario predeterminado... Entonces, ¿qué trabajo es este?

Más allá de considerarlo una mera actividad laboral por la cual recibo un sueldo, es un llamado de Dios a servirle con lo que sé y puedo hacer. Ahora que lo pienso, para los cristianos, esa debería ser nuestra concepción del trabajo: un llamado de Dios a servir con lo que sabemos y hacemos para el extendimiento del Reino, sea cual sea nuestra profesión. No hay profesiones más "santas", todas deben aportar algo a la propagación del Evangelio y la transmisión de los valores bíblicos.

Mi trabajo (entendido no como una carga, sino como la oportunidad que Dios me da para desarrollarme como persona) consiste en acompañar, formar y pastorear a estudiantes cristianos que han decidido predicar al Jesús de las Escrituras, a través de grupos de estudio bíblico en su escuela/universidad. No tiene nada que ver con lavar cerebros, ni con fanatizar; se trata de caminar junto a ellos, escucharlos, conocerlos y brindar el apoyo que está en mis manos (glup!) para que logren su misión.

Sin embargo, este trabajo es aún más diferente por una razón: puedo involucrarme emocionalmente con mis "usuarios". Estoy hablando en términos de mi profesión (Trabajo Social); en la universidad nos decían que no podíamos hacer esto con las personas que atendíamos, pero en mi trabajo no es prudente tomar distancia. ¿Por qué? Porque siguen siendo personas, y más allá de eso, somos hermanos y hermanas en la fe, y mi fe no me concede ser indiferente... ¡más bien debo estar cerca!

Esta labor es parte del llamado que Dios hace a su pueblo a sumarse a su plan de trabajo. Y al ser Él quien llama, Él es quien confirma, sostiene, capacita... quien provee la tierra que debe ser trabajada y el agua para ser regada. Él es quien perfecciona, quien dirige la Obra, quien marca las pautas sobre las cuales el Proyecto irá marchando. 

De manera muy general y amplia, este es mi trabajo. A esto me dedico desde hace un año nueve meses, pero los últimos seis meses han sido especiales porque lo he comprendido a mayor profundidad; soy más consciente de lo inmerecido que es, y por consiguiente, del privilegio y la gracia que es desempeñarlo. 

A continuación, un canto que conocí desde estudiante en Compa, pero que ahora toma más sentido que nunca. Cada frase, cada palabra se vuelve una oración en el corazón, con la esperanza y la convicción de que, Aquel que hizo el llamado, la responderá.



Señor, cuando tú me llames
GBUCH-CIEE

Señor, cuando tú me llames
pon mi mano en el arado,
pon la simiente en la alforja,
dame un pedazo de tierra
donde pueda cada día
trazar líneas paralelas.

Dame también gotas de agua
de la lluvia tempranera,
del sudor sobre mi frente,
de mis ojos cuando sienta
el corazón conmovido
por la alegría o la pena.

Señor, cuando tú me llames
dame al fin lo que tu quieras,
dame el monte o dame el llano
o una montaña de piedras;
pero Señor, sobre todo,
multiplícame las fuerzas,
dame un canto de victoria
y que la multitud de mis penas, 
de mis dudas e inquietudes,
cambien en vigor y en certeza.

Señor, cuando tú me llames
pon mi mano en el arado,
ponme un carbón encendido
quema mis impurezas y cambia mi vida,
pon tu luz en la diáfana lumbrera,
de victoria cual antorcha
y de guía al que no pueda
encontrar entre las sombras
el sendero de tus huellas.

Señor, cuando tú me llames
dame al fin lo que tu quieras,
dame el monte o dame el llano
o una montaña de piedras;
pero Señor,  sobre todo,
multiplícame las fuerzas,
dame un canto de victoria
y que la multitud de mis penas, 
de mis dudas e inquietudes,
cambien en vigor y en certeza.

Señor, cuando tú me llames
dame al fin lo que tú quieras,
como el viento a la marea,
yo quiero escuchar tu voz,
yo quiero escuchar tu voz,
inconfundible y serena.



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