miércoles, octubre 24, 2012

Despidiéndome de Juárez

Tarde en ICSA

Estoy a unas horas de tomar el camión que me llevará a la ciudad de Chihuahua. Ya hice la maleta, y desde ayer empezaron las despedidas.

Para mi sorpresa, otra vez tengo la sensación de no querer irme: un sentir que susurra en mi corazón y que presiona ligeramente mi pecho, como para frenarme y detenerme. Y es que desde hace un año Ciudad Juárez atrapó mi corazón, y en cada visita me quita un pedacito de él, reteniéndolo en el cielo, en el sol, en las calles del centro, en los amigos, en el viento. 

Ayer, mientras tomaba una nieve frente a la catedral, observaba a mi alrededor, a las personas y los autos; escuchaba los sonidos y sentía el viento suave. Y no pude resistir decirle a mi amigo con quien estaba: "Es que, en serio, me gusta Juárez". Así como la he conocido, con el descuido del gobierno a cuestas, con las heridas y cicatrices visibles, con la indiferencia de otros, con el juicio que señala (a veces injusto, o incluso ignorante)... así, con las fachadas de las casas sin pintar, los negocios cerrados, el transporte público deficiente, los baches de las calles; así, con el rostro sucio de los niños, las palabras altisonantes de los choferes... Así como la he conocido y escuchado, así me gusta. Así empecé a querer  esta ciudad de frontera.

Justo me preguntaban: entonces, ¿sí te sientes cómoda aquí? Y creo que esa pregunta no es la adecuada, porque mi respuesta sería que no, no me siento cómoda, porque toda la vida la he hecho en una ciudad capital que brinda acceso a mucho más de lo que aquí puedo tener. Si se trata de comodidad, mejor me quedo en el DF. Sin embargo, algo ha sucedido dentro de mí que me lleva a considerar dejar todo eso para venir acá y entregarme a otros, servir a otros, morir a mí misma por otros.

Ya no es la euforia, ni la emoción, ni la ilusión. Ahora es la evaluación seria, el silencio, la medición de los costos. Y en medio de todo, sigue presente ese interés por un lugar y por un pueblo que clama y evidencia una necesidad fundamental.

No quiero irme de aquí. Pese a todo lo que otros piensan, creen e imaginan, esta ciudad es hermosa; yo tengo esa convicción. Pero es necesario dejar los estándares tan arraigados y cambiar la perspectiva. Estoy segura que vendrán mejores tiempos, y quiero ser parte de ese proceso y de esa espera.

Me iré, pero confío en que podré regresar.

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