domingo, octubre 03, 2010

Los participantes de mi cambio

- Es mi impresión, ¿o el sermón estuvo duro y tupido?
- Para mí, estuvo normal...
- Ah... entonces, ¡es algo personal con Dios!

Conclusiones del mensaje de hoy.


El día de hoy, mi pastor dio un mensaje basado en Filipenses. El versículo clave era: 
"... ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (v. 12-13)
La salvación tiene dos actores: Dios y nosotros. La idea "ocupaos en vuestra salvación", no quiere decir que por obras la alcanzamos, sino que nos toca trabajar en las implicaciones de la salvación, de los cambios que de ella se derivan. Y Dios es quién nos da esa salvación, él es quien obra.

Bueno, yo estaba muy tranquila. Pero cada punto que se tocaba en el mensaje, me hizo pensar en la entrada anterior sobre el otoño que me estaba preocupando. Pienso que yo tomé una postura incorrecta. A continuación los puntos principales:

* Dios usa tres herramientas para cambiarnos:

1. Él usa la Biblia. (¡Y a veces nos agarra a bibliazos!). Por eso es importante leerla, estudiarla, memorizarla, meditar en ella. Dios nos habla a través de Su Palabra.

2. El Espíritu Santo. Es nuestro energizador para actuar. Él nos da ese "empujoncito", siempre y cuando esté dentro de la Voluntad del Padre.

3. Las circunstancias. Entiéndase: problemas, dificultades, presiones, estrés... Las situaciones más complicadas resultan ser las que más no ayudan a creer. Por ejemplo, quieres aprender a amar, entonces Dios te pondrá con personas que no sean tan agradables para ti.

[En este primer bloque, cayeron algunas piedras... Y aún faltaba más]

*Nuestra parte en nuestro cambio, consiste en tres decisiones importantes:

1. Yo puedo elegir lo que pienso. En Efesios leemos: "renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (v. 23,24). Me acordé de John Stott, en "Jesús es el Señor" [1], cuando menciona que nuestra mente debe estar sometida al Señorío de Cristo. Entonces, hay que cambiar ideas para cambiar emociones y acciones; quitar el piloto automático. 

"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable perfecta" Romanos 12:2

Así que, hace falta transformar la mente, para poder transformar muchas otras cosas. Si no quiero tener un otoño deprimente, debo hacer a un lado esa idea, y pensar en la Palabra. Pensar la Palabra (esta idea está en Josué 1:8).

2. Yo puedo elegir depender en todo momento del Espíritu Santo. Nada puedo hacer alejada de Él. Como los pámpanos de Juan 15. Entonces, me toca orar por cada área de mi vida, porque dependo de Él; me toca ponerlo todo en Sus manos, porque dependo de Él. Y me toca dejar que el Espíritu me guíe, aun en contra de lo que yo podría pensar que "es lo mejor". Dejar que Él haga.

3. Yo puedo elegir mi respuesta a las circunstancias. Hay de dos: o me amargo ante lo difícil, o respondo con gozo. En más de una ocasión se dice que las pruebas producen paciencia, y esto deriva en una fe preciosa para Dios... entonces, debería de gozarme porque mi carácter está sometido a un proceso de moldeado. Nada de lo que pasa en mi vida, sucede sin la autorización de Dios (recordemos a Job). 

¡Nombre! Sentí clarito que las ideas, las expresiones, las exhortaciones de mi pastor ya eran personales. Y la cereza del pastel:
Dios está más interesado en tu carácter, que en tu comodidad.

Adentro de mí parecía que alguien decía "¿alguna otra cosa, Ada?". ¡Vaya respuesta!

Después, la clase de dominical. Otro tiempo para refrescar la memoria y el espíritu. Fue como si me levantara del polvo (después de una caída en la carrera), sacudiera la tierra, me diera unas buenas palmadas en la espalda y ¡orale, sígale!

No hay pretexto. No hay razón para dejar que se me amargue el otoño, no hay causa alguna para decaer... Dios hace su parte, siempre de los siempres, porque Él es Fiel. Por tanto, debo hacer la mía, confiando en esa Fidelidad. 

Que sea por Él y para Él.

[1] Stott, John. Jesús es el Señor. Llamado a un discipulado radical. Perú, Ediciones Puma, 2002.

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