miércoles, marzo 16, 2011

Rompecabezas a medias


Todavía quedan en mi cabeza marcas del Campus Kennington, en donde descubrí que armar rompecabezas no es tan complicado y es una buena terapia ocupacional. Así que hace unas semanas inicié uno, de esos de 750 piezas que te asustan cuando abres la caja. Bien valiente y segura de mí misma, tomé todo mi escritorio para dicha empresa. Eso significó auto-desterrarme y hacer los trabajos cotidianos "del escritorio" en la mesa de la cocina o en los sillones de la sala.


Pasaron algunos días, y después de la comida me sentaba para clasificar y elegir las fichas por su color, ver las formas, el orden... Toda una metodología que creí inventar y que también creí podría funcionar. Avanzaba, armaba pedazos del paisaje para mi satisfacción personal. "No soy tan mala" - llegué a pensar.

Pero algo pasó. Justo cuando llevaba la mitad del mugroso rompecabezas ya no pude más. Volvieron a pasar algunos días y la cosa estaba parada, estancada. Empecé a frustrarme, porque necesitaba mi escritorio para trabajar -la mesa de la cocina no es lo mismo, no inspira lo mismo y no se trabaja igual-; hasta descubrí que una pequeña capa de polvo empezaba a anidarse ahí, encima en las piezas encajadas ordenadamente -desventaja de estar frente a la ventana-. ¡Qué frustración! Miren que no poder trabajar en los pendientes, y tampoco poder avanzar en el rompecabezas para terminarlo y a otra cosa mariposa.


"Mamá, necesito mi escritorio; no he avanzado nada y empieza a empolvarse", un día le dije a mi madre, toda triste. "Pues ya guárdalo, después lo terminarás". Temía una respuesta así; era una de esas veces en que consultas a mamá conociendo que te dará una respuesta incómoda aunque cierta, pero preguntas con la esperanza de que puede ser otra cosa la que te diga. "Sí, ya ni modo".

Ahí estaba yo, mirando la mitad de mi rompecabezas, recordando lo animada que estaba cuando lo empecé. Pero ya no podía terminarlo: no encontraba las piezas, todas parecían iguales pero en ningún lugar encajaban. ¿Qué podía hacer? En la agenda estaban esperándome el programa del servicio social, la organización de una kermesse, la evaluación y sistematización de un campa... ¡había trabajo pendiente que no podía esperar a que terminara mi rompecabezas! En fin. Tomé la caja y guardé todas las piezas.

Pero en medio de esto, reflexioné en lo que Dios está haciendo en mi vida. Teniendo ciertas piezas que Él fue proporcionando, pude aclarar mi panorama en estos meses y en mi nueva rutina; eso me ha dado soporte y más confianza para caminar esta nueva etapa... pero todavía me faltan piezas, algunas no logro verlas claras, aún quedan huecos que llenar. No está completo el rompecabezas; no lo puedo completar yo, necesito que Él me muestre las piezas, que se siente conmigo para ordenarlas.

No sé qué me ha dado por soñar e imaginar. Es verdad que ha contribuido para que sonría y suspire más de la cuenta, pero también es algo que me abruma -a veces la imaginación vuela lejos, muuuuy lejos... y eso me asusta-.

Sigo entusiasmada, me alegra poder aprender a caminar este sendero nuevo; pero no es tiempo de correr, mucho menos de volar. Aquí, en mi presente, tengo tareas que concluir y que no pueden esperar; debo aprender a llevar mis nuevas responsabilidades antes de querer adoptar nuevas. Puedo soñar, sí; pero se requiere tiempo para concretar y materializar.

Tengo la mitad del rompecabezas. Ya llegará el tiempo de concluirlo.

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