lunes, abril 22, 2013

Pequeños apapachos para reconocerle

He tenido que hacer una pausa en mi estudio de Romanos. En la mañana me quedé frustrada porque me faltó tiempo para escribir algo acá, pero ahora lo hago pensando en lo que estoy leyendo, en lo que he escuchado y en lo que he reconocido como pequeños detalles que Él tuvo a bien tener conmigo en las últimas dos semanas.

En primer lugar, quiero aclarar que no me siento como la hija preferida; no lo soy. Pero sí me siento como pequeña que recibe cuidados tiernos y amorosos. Lo malo es que no siempre soy consciente de ello y me quedo en mis berrinches y quejas; entonces, si aún recibo algún beneficio es por gracia y porque el Señor es misericordioso con esta pobre y torpe oveja. Él es fiel a pesar de mi inconstancia.

¿De qué detalles hablo yo? Son cosas simples, cotidianas que las últimas dos semanas han sucedido y hasta ahora me hacen click. Por ejemplo: que pudiera comer dos veces helado, gracias a la generosidad de mis amigos. O que, después de tener antojo de barbacoa para celebrar la titulación y no poder armarla, mi abuela nos invitara a su cumple para comer justo eso con toda la familia. O que, superando la distancia intercontinental, pueda tener el consejo y consuelo de mi mejor amiga usando un celular con conexión a internet. O encontrar que soy parte de una congregación local que tiene cuidado de mí y se alegra conmigo por el término de la etapa universitaria. O que yo sea consciente de que algunos miedos y complejos ya no tienen lugar en mí. O descubrir que algunos de mis sueños pueden construirse teniendo paciencia y confianza en el Señor. O que me encuentre deseosa de escribirle en nuestro diario para contarle lo que me ocurre, ya sin desidia ni flojera. O recibir por las mañanas, recién me despierto, ideas muy concretas que clarifican más los próximos pasos a dar.

Yo no sé, pero el Dios en el que he creído siempre logra sorprenderme y maravillarme en los pequeños detalles. Y eso no lo hace pequeño: ÉL ES UN DIOS GRANDE. Tan grande, que no le importó tomar forma de siervo para acercarnos a Él; tan grande, que no consideró que caminar entre nosotros fuera un problema; tan grande, que desde antes de la fundación del mundo pensó revelarse a nosotros por medio de Su Palabra para que le conociéramos y camináramos con Él.

¿Qué debo hacer yo al respecto? Ser humilde, y reconocer que nada de lo que tengo lo merezco. Ser agradecida, porque todo lo que tengo viene de Él. Ser responsable, porque todo lo que me ha dado es para ser usado a favor de Su Reino y su justicia. Y seguir buscándole, seguir escuchando Su Palabra, seguir preguntándole, seguir en el Camino.


No hay comentarios:

Publicar un comentario