viernes, abril 12, 2013

Recuerdos en medio de la amnesia post-examen profesional

Sigo eufórica. Es decir, el efecto de la adrenalina sigue haciendo lo suyo en mi organismo. Muestra de ello es mi amnesia temporal: no recuerdo bien qué fue lo que dije hoy en mi examen profesional. ¿En verdad ya pasó? ¡Sí, ya terminó todo!

Lo poco que mi memoria puede visualizar son las personas que estuvieron presentes ahí, en el lugar; pero también aquellas que me escribieron mensajes de ánimo, aquellas que estuvieron orando por mí, aquellas que sufrieron conmigo el proceso desde el inicio y que ahora, junto conmigo, se alegran porque ha concluido.

También recuerdo las sonrisas de los estudiantes que estuvieron presentes y que me dieron fuerza y valor para la exposición inicial. Confieso: me sentí muy nerviosa; pero toparme con sus miradas me permitía estar segura de mi identidad: soy parte de una comunidad porque fui adoptada; puedo decir que SOY, porque fui incluida en una gran familia cuyo centro es el mismo Señor y la misma fe.

Igual tengo presentes los abrazos y las palabras al momento de esperar la deliberación, porque representaron signos concretos del amor de Aquel que me encontró perdida entre los pastos de la universidad hace cuatro años. De nuevo me descubro amada, no porque tenga un título universitario, sino por la gracia que me hizo doblar las rodillas ante un Señor resucitado.

Además, vienen a mi mente los momentos de soledad previos al examen: caminar por CU con música de fondo, mirar el cielo reconociendo la gloria de un Dios que no fue ajeno a nuestro dolor y desamparo; ¡encontrar un arcoiris! como para recordarme que todo este tiempo Él ha estado presente y que me acompañaba en el gozo y los nervios por algo que jamás había vivido.

Recuerdo esa sensación de nudo en la garganta al pensar en la ausencia de papá. El trabajo lo dediqué a su memoria, como queriendo decir a todos que él también es parte de esto, aunque ya no esté ni lo vuelva a ver. No es que me enaltezca a mí misma, pero sé que él se hubiera sentido orgulloso de mirar a su Monty concluir la universidad.

Se acabó. Terminé la Universidad. Cierro una etapa que fue crucial en mi vida, no sólo porque tuve que luchar por encontrar mi vocación o porque me equivoqué terriblemente; fue crucial porque me encontré con Jesús, el que me miró y tuvo misericordia de esta joven pecadora; fue crucial porque ese mismo Jesús me llamó a seguirle para siempre.

Ahora sólo puedo decir:  Gracias. Gracias. Gracias.


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