jueves, abril 25, 2013

¿Quién fuera discípulo?

Desde hace un buen tiempo cierta canción de Silvio Rodríguez ha rondado en mi cabeza; igualmente, me han acompañado ciertas preguntas acerca de lo que significa ser una verdadera discípula de Jesús. He tenido muchas ganas de escribir sobre éstas, y por puros pretextos no lo he hecho. Esta publicación tiene la intención de -por lo menos- plasmar las preguntas, con la esperanza de que pueda desarrollarlas más adelante.

¿Quién fuera un verdadero discípulo de Jesús? ¡Vaya cosa! El mundo y la iglesia misma nos atiborra de ideas, frases, versículos y demás para "enseñarnos" sobre cómo se es buen cristiano. Y creo que más de una vez he sentido hartazgo y hastío porque seguir las reglas y los estatutos no me llena, no me satisface, no me hace estar plena. ¿Por qué sería? ¿Acaso ser cristiano no es llevar cierta forma de vida diferente al resto del mundo?

Pero, ¿en qué somos diferentes? ¿en que somos abstemios de la gran mayoría de vicios que los mundanos disfrutan? ¿somos diferentes por no tomar, no fumar, no ir a fiestas y no bailar? Bueno, eso también lo pueden hacer las personas que no son cristianas. ¿En qué somos diferentes entonces?

Pienso en la insistencia de Jesús y de los apóstoles en su llamado al amor. ¿Amor? ¡Claro! Las personas buscamos ser amadas y amar a alguien; nos gusta sentirnos especiales y expresar que alguien más es especial para nosotros. ¡Viva el amor! Pero, ¿qué significa verdaderamente, en el fondo, el amor que Cristo enseña? ¿Qué tiene de diferente con el amor que se predica en las telenovelas, en las historias románticas y en las canciones de moda?

También pienso en la obediencia. Tema espinoso en nuestro contexto, cuando se nos impulsa -¡y casi se nos obliga!- a ser libres, tomar las riendas de nuestra vida sin someter nuestra voluntad a nada ni a nadie. ¡Tú eres el capitán del barco! Nadie tiene que decirte cómo vivir, nadie puede definir tu camino; tú eres el centro de tu vida. Y los cristianos decimos que nos sometemos a la voluntad del Padre, ¿y cómo lo hacemos? ¿cómo somos diferentes aquí?

Por otra parte, pienso en el papel de la reflexión consciente en el marco del estudio de la Biblia. Muchas veces he escuchado que somos el pueblo del Libro; y suena muy lindo. Pero, ¿qué significa esto? ¿en verdad le damos a la Biblia el lugar de Palabra de Dios que tanto anunciamos con nuestras bocas? ¿qué implica decir y creer esto? ¿podemos hacerle preguntas? ¿podemos dudar? ¿podemos sentirnos indispuestos o renuentes a escuchar/leer lo que dice? ¿o al considerarnos diferentes del mundo, sólo nos la tragamos tal cual?

Y por último, el tema de la misión tiene su espacio en todas estas preguntas. ¿Qué es la misión? ¿cómo la viven los cristianos? ¿se trata de repartir folletos y señalar al otro como pecador que se quemará en las llamas del infierno? ¿es una actividad que se limita a un día y unas horas? ¿es sólo para unos cuantos? ¿por qué la misión nos hace diferentes al resto del mundo?

Bien, ahí están las preguntas. Debo obligarme a escribir sobre cada una, no sólo a pensarlas en mi cabeza. Que el Señor me ayude a entenderle y a escucharle sensiblemente.


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